viernes, 24 de septiembre de 2010

121. Ha muerto un amor

En un principio todo se oscureció, pero aún se escuchaba sus alegres voces. De esa se recuperó, pero sólo fue por unas horas; nuevamente sus palabras se atenuaron, emitió extraños sonidos, fue una especie de lastimero zumbido que brotaba de sus platinadas bocinas. Finalmente todo terminó, la luz se apagó y la televisión murió.

De más está decir que “la grandota” era mi televisión favorita, ella entró a mi vida una tarde de julio del 2003, no era muy grande edad, pero si era muy grande de tamaño y de corazón. Sus más de 30 pulgadas de pantalla iluminaron muchas noches de inquietud y desasosiego; con ella me sentía acompañado en tantas noches de soledad e insomnio. Sin ella hoy me siento abandonado.

Mi historia con las televisiones no ha sido muy prodiga, en los últimos 20 años sólo he tenido 5, pero no he necesitado más, ellas han sido suficientes para dejar satisfechas mis necesidades. La primera entró a mi vida en el verano de 1990, era una Samsung hermosa, elegante, discreta y fina; su llegada fue justamente para el mundial de fútbol de Italia, nuestro romance duró casi 7 años.

Debo confesar con mucha pena una infidelidad, durante ese tiempo otra televisión llegó a mi vida; en descargo, no fue una relación muy importante (no recuerdo la marca); creo que fue algo fugaz, uno de esos errores de juventud, de aquellos que es mejor olvidar.

Con el tiempo tuve que dejar atrás mi relación con la Samsung, me costó mucho trabajo olvidarla pero al fin lo logré. Tras un tiempo de soledad y silencio llegó a mi vida una alegre Phillips, chaparrita, de esas entraditas en carnes, alegre, vivaracha y locuaz. Ella me alegró la vida, con ella compartí muchos momentos de felicidad auténtica. Ella me mostró caminos nuevos y sensaciones nuevas. Ella le dio nuevas ilusiones a mis ateridas esperanzas. Pero todo termino cuando conocí a “la grandota”.

Fue amor a primera vista, fue verla y reconocerla, tocarla y sentirla; descubrirla me hizo reconciliarme con el amor, saber que siempre la vida nos ofrece una oportunidad de ser felices. Curiosamente era otra Samsung. Alta, espigada, de voz clara, de curvas suaves y delicadas. Ella ocupó el centro de mi hogar, no se podía entrar a mi casa sin dejar de verla, sin descubrir sus cualidades y alabar sus dones.

Con ella sentía que no necesitaba más en la vida, llenaba mis espacios y mis alegrías, me informaba y entretenía; ella me mostró un universo infinito de posibilidades y sueños, de deseos y emociones renovadas. Tantas cosas vivimos juntos que llegó un momento en que no quise compartirla con nadie y la lleve a mi habitación donde solamente yo podía mirarla y disfrutar de sus alucinantes encantos, de su magia y su sensualidad.

Es verdad, cuando camino por las calles muchas veces me he quedado absorto ante la salvaje belleza de alguna Sony con pantalla de plasma, de esas esbeltas y coquetas que te miran como no queriendo mirar, de las que te mandan mensajes ocultos en sus parpadeos, que te invitan y se alejan con sus suaves contoneos. Pero nada me hacía sentir lo que “la grandota” me hacía sentir.

Pero la vida conduce y el destino juega sus juegos, esos juegos tan extraños que a veces no podemos o no queremos entender, y en medio de sus vaivenes llegó a mi vida una televisión chiquita, un poco gordita y medio extraña, de esas que cuesta trabajo entender, sea con sus botones oscuros, sea con complicado control a distancia. Ella llegó hasta a mí de rebote, me la regalaron cuando compré la computadora, mucho tiempo la dejé en su caja, no me decidía a usarla, sentía que no la necesitaba. Con “la grandota” en casa quién necesita una pequeña y desconocida Tosaki.

Finalmente la instalé, nunca en el lugar de “la grandota”, en un espacio cómodo pero discreto, ella siempre supo qué lugar ocupaba en mi casa, era la segunda; sin discutir, ella aceptó esa condición, no tenía más remedio.

Pero la vida nuevamente tiró sus dados, hoy “la grandota” está muerta, el tiempo la venció, la vida la venció, el amor la venció. Y la pequeña Tosaki quedó como la única televisión en mi hogar. No sé, tal vez “la grandota” tenga remedio, haré lo imposible para que reviva, mientras tanto, la pequeña me consuela en lo que encuentro un nuevo amor.



¡¡ Esta podría ser mi nuevo amor !!


viernes, 3 de septiembre de 2010

120. Se parece a mi

Fue una tarde cerrada de tormenta, de lluvia intensa, de calles inundadas, de truenos y relámpagos. Pero no era una tarde gris, ni oscura, no, no era nada de eso; era una tarde luminosa, alegre y llena de dulces presentimientos y de cálidas promesas. Era la tarde en que nació mi hija Andrea, era la tarde en que la vida se me llenó de muchos besos en repeticiones instantáneas e interminables, era la tarde en que todo se llenó de ternuras.

Fue hace 18 años, recuerdo que la enfermera del quirófano del Seguro Social me dijo: “Fue una niña, pero si quieres conocerla debes traernos un pastel”. Yo sabía que estaba bromeando, pero no me importó, me subí a mi autito y a pesar del diluvio que se abatía sobre la ciudad me di a la tarea de comprar un gran pastel para agradecer al equipo médico y de enfermería por recibir a mi bebita.

Al regresar, pastel en mano, las enfermeras me entregaron a mi pequeñita. Sólo atiné a decir “Se parece a mí”. Y eso es la verdad, la niña se parece a mí (pero ella si está bonita) eso se me hizo increíble y muy extraño, ver mi cara en la cara de una nenita; En ese momento, así como estaba enamorado de Mildred, me enamoré de Andrea.

Andrea era una niñita que nació muy blanquita (con el tiempo fue agarrando tono) en contraste con su hermana Mildred, la morenita de la casa; Debo confesar que si bien, las tonalidades de la piel de mis hijas me causaban gracia, también me preocupaba un poco el hecho de que la hermana mayor se fuera a molestar, pero afortunadamente eso no sucedió. Cuando Mildred conoció a su hermanita Andrea solo atinó a decir “Está preciosa, nunca me voy a pelear con ella”. Desafortunadamente eso tampoco sucedió.

Y fue entonces que empezó la aventura de compartir la vida con Andrea, los primero años fueron de muchas, muchas, muchas lágrimas. El estado natural de Andrea era llorar, lloraba por todo y todo la hacía llorar. Una tarde, mirándose al espejo, se dio cuenta que su nariz era muy chica y supuso que en el futuro no iba a poder respirar bien. Eso la hizo llorar mucho. Lo bonito era que, en los ratos en que cesaba el llanto, empezaban los besos, los arrullos y los abrazos, después continuaba el llanto.

Por suerte esa etapa terminó y comenzó la de terapia para que pudiera hablar con claridad, una vez que aprendió ya no hubo quien la detenga; desde entonces no ha dejado de hablar, de reclamar, de discutir, de alegar, de burlarse de la gente y de decir cosas que dan mucha risa. Bueno está bien, qué se puede esperar de una hija mía.

Cuando Andrea tenía como 6 años, empezó la etapa de los concursos a ver quien daba más besos sin parar, si ella a mí o yo a ella, no recuerdo quien ganaba, las cifras andaban siempre por encima de los 300. Era muy rico recibir tantos besitos. Después inventamos los besitos mimí, siguieron los nuevos y mejorados besitos mimí (los que “ya estaban en la tienda de la esquina”) y después fueron surgiendo toda clase de besitos con los nombres más disparatados y locos que se nos ocurrían.

Hoy, Andrea llega a la mayoría de edad, casi al mismo tiempo que inicia sus estudios profesionales, en otras palabras, la vida adulta se le viene encima y junto con ella, llegarán nuevas responsabilidades y nuevas tareas que implicarán retos cada vez más grandes, los cuales deberá afrontar con absoluta seguridad y entereza y de los cuales sé que logrará salir adelante.

La vida se abre, se muestra, con todas sus cosas maravillosas y deslumbrantes, pero también con sus escenarios oscuros y sombríos. La vida es linda pero también difícil. Yo no he podido quitar todas las piedras del camino rosa y terciopelo de mi hijita (y aunque haya podido, eso no sería lo mejor para ella) por eso, con toda seguridad se encontrará en el futuro con esas zonas áridas y desérticas con que a veces nos encontramos en nuestras vidas. Serán días duros de lucha y fatiga.

Probablemente habrá días de volver a llorar, de buscar de nuevo el consuelo, de enfrentarse a las vilezas y las ruindades humanas. Habrá momentos de querer detenerse y tirar todo por la borda. Habrá días en que el dolor sea tan intenso que pensarás que ya no se puede sufrir más. No es así, todo pasará. Siempre habrá un nuevo día y miles de motivos para volver a reír y sentirse reconciliado con la vida y con las personas.

Lo que no pasará es el amor que yo siento por mi niña, lo que no sucederá es que no me encuentre cuando me necesite porque nunca estaré tan lejos que no pueda escucharla. Siempre estaré muy cerca, como cuando empezaba a caminar y la seguía atento para sostenerla si tropezaba. Al mismo, no tan cerca para impedirle alcanzar las estrellas solo por mi temor a que se pueda caer.

Me gustaría mucho darle a mi hija un discurso sobre el amor, la libertad, la justicia y la bondad, hablarle sobre las relaciones humanas y lo absurdas e inestables que a veces suelen ser, prepararla para cuando surjan los desamores, las desilusiones y los desengaños o darle esos consejos que los padres acostumbran a dar en estas ocasiones; pero creo que ya lo hemos platicado muchas veces.

Finalmente, yo no sé si he sido un buen papá para Andrea (o para Mildred y Edoardo) pero si sé que me he esforzado en serlo; he querido decir las palabras correctas en los momentos correctos aunque no siempre he podido o no he sabido; he intentado ser un buen ejemplo (aunque también en ocasiones he fallado) he querido ser un buen amigo y en eso creo que no he tenido fallas.

Me parece que poco a poco, la vida me va poniendo en el papel de espectador de la vida de mis hijos, asumiré ese rol con paciencia y respeto, aplaudiré sus éxitos y lamentaré sus fracasos, reiré con ellos y seré feliz de verlos florecer.

Feliz cumpleaños Andreita, que Dios te colme de bendiciones y que siempre, siempre seas muy feliz.

jueves, 19 de agosto de 2010

119. Premonición

Tengo la ligera sospecha de que algo muy malo está por suceder, esto puedo asegurarlo ya que yo siempre he estado al pendiente de los signos de los tiempos y estos muestras manifestaciones claras y evidentes que reflejan esa realidad trágica y funesta.

El estudio de los signos de los tiempos señala que debemos estar atentos a señales y evidencias que reflejan realidades mayores y que se ocultan en medio de hechos de la vida cotidiana o de manifestaciones de origen natural. Lo importantes pero particularmente difícil es interpretar estos signos, desentrañar los misterios ocultos tras hechos aparentemente irrelevantes o casuales.

Yo he dedicado gran parte de mi vida al estudio de esos fenómenos y he logrado alcanzar las esferas más altas del conocimiento; para lograrlo, he estudiado antiguos manuscritos y viejos pergaminos, he consultado a sabios ermitaños y desentrañado enigmas ocultos, en ocasiones, he tenido que renunciar a los placeres y apetitos corporales con el fin de purificar y elevar mi alma del mundo puramente corporal y material.

Finalmente, tras largos años de purificación y sacrificios espirituales logré rebasar las fronteras del contemplacionismo para penetrar de llenos en los terrenos de la ascética y convertirme en un auténtico gurú en el análisis de los signos de los tiempos.

Por ello y con total autoridad puedo señalar que algo extremadamente malo está por suceder, no puedo descifrar de manera concreta el hecho mismo, pero puedo asegurar que lo que está por ocurrir cambiará por completo la vida como ahora la conocemos. Por ello debemos estar preparados, debemos corregir los caminos y estar listos para enfrentar la ira de la Idea Suprema.

¿En qué me apoyo para realizar una sentencia de tal magnitud? En un hecho concreto, real, conciso, absoluto, el cual ustedes podrán argumentar que es simplemente una casualidad, una eventualidad cualquiera o algo meramente fortuito, pero les aseguro que no es así.

Lean con calma y traten de contener el terror y la angustia:

Realidad No. 1: El reloj que asemeja un balón de fútbol que adorna mi recamara se detuvo totalmente a las 16:24 horas, esto ocurrió hace tres semanas.

Realidad No. 2: El reloj que está en el comedor de mi casa que al mismo tiempo es un portaretratos se detuvo definitivamente a las 14:26 horas de hace dos semanas.

Realidad No. 3: El reloj de pulsera que lucía mi muñeca izquierda paró su marcha en forma absoluta a las 12:46 horas del día de ayer.

En los tres casos los relojes dejaron de funcionar invariablemente, no es falta de batería, no son reparables, no hay nada que los haga funcionar. Simple, inexorable y paulatinamente el tiempo se detuvo.

¿Cómo debemos interpretar ese hecho crucial? ¿Qué lectura debemos darle a estas realidades? No podemos ignorar esta muestra palpable de lo que sucederá próximamente, todo está muy claro: El tiempo se detendrá y no podrá volver a ponerse en marcha.

¿Qué podemos hacer, existen alternativas? Tal vez sí, las estrategias de solución están necesariamente vinculadas a la reactivación del tiempo, a devolver los giros a las ateridas manecillas de mis relojes, debemos lograr que mi particular microcosmos doméstico vuelva a ser controlado con precisión y puntualidad. De eso depende la conservación del delicado orden universal.

El que tenga oídos para oír que oiga.

martes, 17 de agosto de 2010

118. La carrera de la salud

Edoardo, sus tenis nuevos y yo llegamos apenas unos minutos antes del disparo de salida, apenas tuvimos tiempo de saludar a algunos amigos y compañeros de trabajo y de elegir una posición de salida cuando el grupo de corredores inició la Tercera Carrera Matutina por la Salud, detrás de ellos salimos nosotros, lo que participamos en la modalidad de caminata.

Esta competencia, que más que eso, es una convivencia familiar, amistosa, armónica, relajante y saludable, llegó en un excelente momento, justo cuando he retomado los hilos del deporte y el cuidado de mi salud. Así que, sin la menor duda me inscribí (y de paso a mi hijo Edoardo, quien no quería participar porque no tenía zapatos adecuados, lo que provocó que su madre le comprara un par de tenis blanquísimos e inmaculados en la zapatería 3 Hermanos).

Esta Carrera Matutina por la Salud, la tercera que organiza el Instituto Mexicano del Seguro Social en Campeche, tienen como objetivo la promoción del deporte a todos los niveles, la competencia se da en dos vertientes: carrera (7 kilómetros) y caminata (3 kilómetros en la versión cotidiana, no olímpica) en varias categorías, pudiendo inscribirse personas de todas las edades y de todas las condiciones.

En los primeros metros del trayecto, Roxana decidió que sería una buena idea realizar el recorrido en nuestra compañía, tal vez pensó que nuestro paso: decidido, enérgico, constante y veloz, la impulsarían a los primeros lugares del certamen. Buena intención pero craso error, llegamos en los últimos lugares.

Casi al mismo tiempo, logré saludar a Oliverio y Mario, compañeros clásicos de andanzas carnavaleras que en esta ocasión y con desconocidos propósitos, se sumaron a este saludable esfuerzo. Ellos rápidamente nos aventajaron y con firme convicción se unieron al pelotón que iba a la cabeza de la competencia.

Llevábamos cerca de 200 metros de caminata cuando surgió el primer inconveniente, el nuevo, blanquísimo e inmaculado tenis derecho de Edoardo perdió la suela por completo. Eso nos hizo perder la concentración, lo que provocó que nos rebasara una joven madre y su hijo arrastrado en su veloz carriola.

Apenas nos reponíamos del trágico incidente cuando la suela izquierda del nuevo, blanquísimo e inmaculado tenis de Edoardo salió rodando sobre el asfalto. Tras esta nueva distracción y unos minutos de incertidumbre, vimos con tristeza que un perrito negro nos aventajaba ¿Quién invitaría a participar en una competencia para humanos a un perrito negro?

Ya para entonces advertí que ocupábamos uno de los últimos lugares del evento, por lo que opté por animar a mi pequeño grupo de caminantes (al que ya se había unido Caro, la hermana de Roxana) apuramos el paso y empezamos a recuperar lugares, tras superar a una pareja de viejillos.

Nos aproximábamos a la mitad del certamen cuando advertimos que sería casi imposible alcanzar los primeros lugares. No quedaba más remedio que concluir la competencia lo más decorosamente posible, por lo cual nos establecimos un nuevo objetivo: rebasar y vencer a un gordito que con paso vacilante caminaba unos metros adelante de nosotros. La tarea se veía complicada pero accesible.

Apretamos la quijada y los puños, entornamos la mirada y aceleramos el paso, entonces se inició una cerrada batalla que se prolongó por varios centenares de metros durante los cuales nos turnábamos el primer lugar. Finalmente logramos superar al gordito, quien de reojo nos miró como reconociendo nuestra superioridad; fue entonces que surgió la trampa, el antideportivismo y la villanía.

El gordito dejó de caminar y sacando fuerzas de flaqueza (o de gordeza) inició una veloz carrera y alcanzó la meta antes que nosotros. De nada sirvieron nuestras airadas protestas a los jueces dispuestos a lo largo del evento. El único consuelo que nos queda es que a ese gordito tramposo le ganó el perrito negro (¿de dónde habrá surgido ese perrito negro?) quien también debía ser considerado tramposo porque participó con cuatro patas en una competencia para dos.

Finalmente el resultado de la competencia no importó mucho, si era importante caminar, concientizarse en el cuidado de la salud, convivir con familiares, amigos y compañeros de trabajo, tomarse la foto del recuerdo, reírse y desestresarse y producir nuevas y divertidas anécdotas.

Como colofón del evento y previo a la entrega de trofeos a los vencedores, se realizó una rifa entre los participantes, en este concurso mi hijo fue uno de los ganadores de una impresora (le sirvió de consuelo por quedarse sin sus nuevos, blanquísimos e inmaculados tenis).

Para terminar la jornada, bueno un resbalón, qué más da, sirva como premio a tanto esfuerzo físico; Oliverio, Mario, Edoardo, un cuate cuyo nombre no recuerdo y yo, nos fuimos a comer tortas y panuchos. Ni modos.
Entrando a la meta

jueves, 12 de agosto de 2010

117. Soy un gordito

No he sido tratado como un gordito, ni en la oficina ni en el gimnasio ni por amigos o familiares, sin embargo yo me estoy percibiendo como un gordito pachoncito y como no me gusta sentirme de esa forma, he decido retomar mi rutina de ejercicios antes de que sea demasiado tarde.

Es importante recordar que nunca he sido un atleta, ni siquiera me acerco a la categoría de deportista cotidiano, de esos que vemos a diario corriendo en el malecón o que han hecho del gimnasio parte de su plan de vida, tal vez por eso es que nunca he sido flaco (o tal vez porque mis genes por su propia estructura y naturaleza, son suavecitos y abrazables).

Sin embargo de niño siempre jugué fútbol, hasta que me di cuenta que no daba para más y le hice un favor a mi equipo al colgar los tacos a la tierna edad de 16 años; durante algún tiempo lo intenté en el basquetbol pero tampoco fui exitoso. Paren de contar, el resto de mi vida, hasta que rebasé los cuarenta, permanecí viviendo mi vida en pleno y total sedentarismo, alejado del sudor y los jadeos deportivos.

Por obra y gracia de Dios nunca engordé a niveles extremos (o tal vez porque mis genes, por su estructura y naturaleza no son tan suavecitos y abrazables). Durante mis veintes permanecí un buen número de años oscilando entre los 80 y los 85 kilos, atravesé mis treinta acercándome a los 90 kilos y para cuando pasé los cuarenta ya había alcanzado la cifra de 95.

Fue entonces que tuve un instante de iluminación divina, los cielos se abrieron generosos y una voz me preguntó ¿Dónde vas? Y al mirarla descubrí unos ojos azules como el mar (ya patiné con Perales y una de mis canciones favoritas) ya en serio, me cuestioné hasta dónde llegaría con mi peso, entendí que los 100 kilos debían ser una barrera insalvable, un límite inexpugnable y que para ello debía tomar medidas enérgicas.

Por otra parte y coincidentemente, en los periódicos se empezaron a publicar noticias de personas, entre los 35 y 40 años que repentinamente morían de ataques al corazón, también me enteré de muchos casos de personas de esas mismas edades que enfermaban de diabetes mellitus o de hipertensión arterial, todo eso terminó de asustarme.

Me cuestioné sobre el tipo de vida que me gustaría tener después de los 60 años. Me visualicé en dos dimensiones, como un anciano enfermo, lleno de achaques y limitaciones y como un hombre sano disfrutando plenamente de su tercera edad; no había mucho que pensar, sólo había una opción satisfactoria y para poder aspirar a alcanzarla había que poner manos a la obra en calidad de urgencia.

Por eso empecé a nadar en septiembre del 2008 y por eso empecé a asistir al gimnasio en junio del año pasado, y no solo me sentí mejor físicamente sino que también bajé de peso (9 kilos). Sin embargo por causas relacionadas con la falta de dedicación, disciplina y constancia, aunado al exceso de comodidad y flojera (más una molestia muscular en el brazo derecho) dejé de nadar en noviembre pasado y abandoné las pesas en febrero de este año.

Y por arte de magia (o por una fijación genética o por descuido generalizado en la alimentación o por apego al estilo sedentario de vida o por mil cosas más) los kilos regresaron con mexicana alegría. Yo ya lo había notado, la verdad me había saltado a la vista (vean mi foto de perfil en el Facebook) algunas personas me lo habían comentado y mi cuerpo lo resentía cada vez que subía escaleras o apuraba el paso, simplemente se me acaba la respiración.

La decisión final fue tomada como resultado del Programa de Activación Física que se inició en la empresa en que trabajo (el Instituto Mexicano del Seguro Social, que como sabrán su negocio es la conservación de la salud pública) como parte de las acciones desarrolladas en ese programa están la toma de peso y talla de cada trabajador, la determinación del índice de masa corporal y la calificación de nuestro estado de acuerdo a lo anterior.

Cuando llegó mi turno las cifras me saltaron a la cara: 96 kilos 600 gramos (debería pesar no más de 78) mi cintura mide 117 centímetros (la cintura de los hombres no debería rebasar los 100 centímetros) y mi calificación fue de obeso grado 1. De plano, me he convertido en un gordito, había que hacer algo al respecto.

Por eso ayer me el pasado miércoles me reinscribí en la natación, compré mis googles nuevos y mi mochila del Cruz Azul (el equipo que goza de todas mis pasiones y afectos) y me alisto para empezar a nadar el lunes. Pero además ayer jueves, a eso de las 7 de la noche, me vestí deportivamente y me fui al gimnasio que está unas calles detrás de mi casa.

Bicicleta, estiramientos, abdominales y rutina de ejercicios para el pecho con barras y mancuernas, esa fue la rutina del día tras un litro y medio de sudor desparramado por todos lados. Al llegar a casa la sensación de dolor empezó a generalizarse en todo mi cuerpo, pero yo me sentí bien, me sentí fuerte, me sentí en congruencia, sentí que había retomado el camino.

¿Por qué escribo todo esto? Para que me den ánimos, para que me motiven y apoyen, para que me echen porras, para que no me dejen abandonar el ejercicio. Para que con todas sus buenas vibras me ayuden a dejar de ser un gordito amigajonadito. ¿Podrían, amigos míos, hacerme ese favor? Gracias.



sábado, 7 de agosto de 2010

116. El informe de gobierno

No es la primera vez que asisto a un informe de gobierno, o tal vez si, la verdad es que acudir a eventos de corte netamente político no es algo demasiado importante para mí; sin embargo en esta ocasión decidí escuchar de primera mano el recuento de las acciones del gobierno de mi estado.

Para hacer honor y justicia a la verdad, iba con la firme convicción de escuchar atentamente el informe, de no distraerme e incluso, de hacer un muy discreto análisis del mismo (uno nunca sabe cuándo será solicitada la opinión al respecto). Sin embargo también sabía que existía un 96.8 por ciento de posibilidades de pasar dos horas de tedio y de tener que soportar actitudes que no resultan agradables de ver y menos de describir.

Sin embargo he pasado un esplendido informe de gobierno, todo gracias a que mi llegada al Centro de Convenciones coincidió con la de Maribel, después de los saludos de rigor, nos sentamos al final de la sala, nos pusimos cómodos y nos dedicamos a platicar amenamente, a recordar anécdotas compartidas y a actualizarnos sobre los pormenores de nuestras correspondientes vidas familiares.

Maribel es una antigua amiga, de los tiempos de la preparatoria; ella es de esas personas con las que puedes pasarte muchas horas platicando y nunca fastidiarte, con ella se puede hablar de cualquier tema y siempre encontrar una opinión inteligente y adecuada, con ella se puede caminar alegremente desde la Universidad hasta su casa (5 kilómetros aproximadamente) y no darte cuenta de la distancia, bueno, eso hacíamos cuando estábamos en la prepa, ahora, casi 30 años después, no sé si lo lograríamos.

Después de la preparatoria tuvimos la fortuna de seguir compartiendo esfuerzos en la dinámica juvenil (el grupo de la iglesia al que dedicamos tanto tiempo). Lamentablemente la vida pasa y esos años alegres también pasaron, llegaron otros con nuevos afanes, con nuevas tareas y nuevas responsabilidades que nos impidieron convivir con la frecuencia deseada.

Es fácil entender y comprender que cuando uno se encuentra con ese tamaño de personaje, que además es una entrañable amiga, un acto político es lo de menos. Lo demás es la oportunidad de disfrutar de la plática y el hecho casual de que ésta se dé, al mismo tiempo que el gobernador está informando de sus actividades al pueblo, no deja de ser sólo eso, una afortunada (o desafortunada) casualidad.

Por otra parte, no creo que a nadie le haya importado que dos personas, al final de un auditorio repleto con más de 6 mil asistentes, se la hayan pasado platicando. Incluso, me parece que el propio gobernador y su esposa, de saber que se trata de dos grandes amigos que casi no se han visto en los últimos 20 años, justificarían y aprobarían la plática.

Finalmente no escuchamos casi nada del informe de gobierno, en realidad no importa mucho, mañana me enteraré de los pormenores en los periódicos. Si me preguntan mi opinión diré que fue un informe claro y concreto, donde se plasmaron enteramente los alcances y logros de un gobierno plural e incluyente, donde se demostró el cumplimiento cabal, puntual y acertado de las promesas de campaña y la cercanía y sensibilidad de las autoridades con las necesidades y demandas del pueblo. Es una buena opinión, eso creo.

Al final del evento, me quedé con la certeza de que había pasado y disfrutado de un buen tiempo y con el deseo de que así fueran todos los Informes de Gobierno. Ni modos Fernando, eso pasa cuando reúnes en tus celebraciones a dos grandes amigos.

lunes, 2 de agosto de 2010

115. La lagartija liberada


De pronto me he visto abrumado por el clamor de un pueblo que exige la inmediata liberación de la lagartija (por cierto, se llama Zaratustra) atrapada por mí en el interior de una ventana. Me cuesta trabajo comprender el nivel de solidaridad que se ha desatado a favor de este humilde reptil.

Es importante señalar que este animalito no ha hecho nada importante en su vida (me refiero a cosas al estilo del pulpo Paul) sin embargo, ahora resulta que representa los anhelos de libertad y las esperanzas de justicia de todo un grupo de soñadores amantes del medio ambiente, de la fauna silvestre y de los derechos inalienables de todos los seres vivos.

He recibido amenazas de movilizaciones en mi contra y de manifestaciones en las puertas de mi hogar. Me han recordado la existencia del karma y lo que me espera para la próxima vida de continuar con mi actitud; asimismo, ha sido ventilada la existencia de un extraño conjuro llamado “La maldición de las lagartijas sangrientas”, dicho hechizo (el cual hace desaparecer por completo el instinto sexual) caerá sobre mí y me perseguirá durante siete generaciones.

La lagartija Zaratustra ha recibido calificativos de luchadora social y sobreviviente de los infortunios y hay personas que desean que su imagen sea utilizada para campañas de ayuda humanitaria en África y Medio Oriente o para apoyar las causas en contra del calentamiento global; ha sido propuesta para encabezar las marchas por el orgullo gay y la diversidad de género e incluso para reina del carnaval.

Hay quienes piensan que su sobreviviencia se debe a un destino y a una realidad mayor, ya que tiene una tarea fundamental de paz y amor por desarrollar en el mundo. Han sugerido que su permanencia en la vida trae consigo un mensaje sobrenatural que debe ser descifrado por intelectuales, científicos, teólogos, mentalistas y gurús.

Por lo que a mí respecta, me han llamado enemigo de la libertad, represor, tirano y coartador de los anhelos más puros y nobles de los animales. Algunos me han catalogado como un lagarticida y otros me han puesto a la altura de Hitler y mi ventana ha sido catalogada como una prisión peor que los campos de concentración nazis.

Por todo lo anterior, he decidido liberar a Zaratustra, la lagartija. De hecho debo decir que una vez libre corrió velozmente por la casa y se refugió bajo una cama en otra habitación. No parecía muy debilitada, creo que soportaba con facilidad otros cuatro días de encierro, sin embargo no quise arriesgar mi integridad física, moral y emocional y por ello, con ayuda de una escoba, la liberé.

Espero que este hecho me reconcilie con la humanidad y con los valores y afanes más puros de la raza humana.
<>
Lagartija con la ventana cerrada en día lluvioso

Nótese que la ventana ya ha sido abierta
Todavía no se da cuenta de la libertad a su alcance

La lagartija Zaratustra corre libre al fin

domingo, 1 de agosto de 2010

114.La lagartija atrapada

Como es bien sabido, comparto mi hogar con varios y diversos seres vivos, me esfuerzo porque ninguno de esos seres vivos sea un mamífero roedor o insecto rastrero del género indeseable, de ahí en fuera, no tengo ningún problema con los demás.

Las arañas no me asustan, sin embargo son víctimas colaterales de mi combate en contra algunos mosquitos que logran atravesar las líneas de defensa establecidas en puertas y ventanas. Las moscas por lo general no entran a mi hogar y hace mucho tiempo que no veo alacranes o esos gusanos raros que despiden mal olor cuando son aplastados.

Las vacas ya no tocan a mi puerta y las zarigüeyas ahora habitan en territorios muy alejados a mi patio. Hace ya algún tiempo que no veo o escucho a los loros ni a la lechuza que al anochecer se detenía a cantar en mi tejado. De las culebras despistadas que por error entraban a mi casa, ni hablar, deben haber buscado otros destinos más prósperos.

Las reinas de mi hogar son indiscutiblemente las lagartijas; no sé qué tipo de reptil sean, supongo que serán geckos, eso es lo más seguro; yo las conozco, desde que tengo uso de razón, como memech (creo que este nombre es de origen maya).

Estas pacíficas e inofensivas lagartijas, que no superan ni por equivocación los diez centímetros, deambulan tranquilamente por los muros de mi casa; creo que viven detrás de los retratos que cuelgan de las paredes o en algún confortable rincón cerca de las ventanas. Se alimentan de arañitas y de esas maripositas que llegan con las lluvias.

No me molestan porque mantienen limpia mi casa y no se meten conmigo, sin embargo trato de mantenerlas alejadas de mi habitación (no me gustaría que caminaran sobre mí cuando estoy dormido).

Pero resulta que una logró introducirse a mi dormitorio y con mexicana alegría se paseaba en la pared cercana a la cama, yo la vigilaba de reojo de cuando en cuando. Por ahí estuvo un par de días hasta que logré atraparla entre la ventana de cristal y el mosquitero, hace algunos meses atrapé a otra en ese mismo sitio y murió luego de un día de mucho calor, pero esta ya tiene cinco días atrapada y no se muere, eso si me preocupa.

Inicialmente le di de plazo hasta el domingo, si para esa fecha no se había muerto la liberaría y la reconocería como una guerrera de la vida, una sobreviviente a las calamidades y al infortunio, no sé, tal vez hasta le habría hecho un homenaje. Ya llegó el domingo y no está muerta, pero temo liberarla.

Lo que pasa es que la lagartija debe estar muy molesta, yo lo estaría si alguien me mantuviera atrapado durante cinco días soportando la lluvia y el calor. Por otra parte, la lagartija no ha comido en todos estos días, debe tener un hambre atroz. Eso es lo que me detiene a liberarla.

¿No les parece lógico que la mentada lagartija una vez libre, quiera tomar venganza en contra mía? ¿No le parece factible que todos estos días se la haya pasado maquinando un plan para cobrarse el encierro en que la mantuve? Y con el hambre que debe tener, qué tal que por la noche quiera comerme (tal vez no todo, pero si una parte de mi apetitosa anatomía). Recuerden que las lagartijas llevan en los genes la información que hace millones de años dio origen a los Tiranosaurios Rex. Por eso dudo en liberarla.

Por otra parte, tener encerrada a la lagartija implica tener cerrada la ventana y por lo tanto no entra el aire a mi cuarto. Estoy en medio de un dilema de vida o muerte; O permanezco con la ventana cerrada y sigo soportando el calor o libero a la lagartija y me atengo a las consecuencias de lo que podría ser su terrible y fatal venganza.

Ahora entiendo que no solo está en juego la vida de la lagartija, la mía también lo está. El final de esta novela de horror está en el suspenso. No sé lo que haré. Las siguientes horas serán determinantes; la madre de todas las batallas ha dado inicio. Honor al vencedor y gloria a los vencidos. Que así sea.

sábado, 31 de julio de 2010

113. Otro de sueños

A mí me ha pasado muchas veces, de hecho anoche me pasó, sin embargo no es algo que me agrade, a decir verdad, me molesta, me molesta y mucho. Sucede que en ocasiones sueño situaciones extrañas en las que se ven involucradas personas a las cuales conozco pero que no están dentro de mi ámbito normal de relaciones. Al despertar, recuerdo el sueño perfectamente y a los personajes, sin embargo y casi en forma inmediata, el recuerdo se desvanece y queda por completo olvidado.

Me molesta no poder recordar la situación soñada ni a los personajes que estuvieron en él involucrados, me enoja quedarme en completas ascuas y con un lapso de mi memoria borrado por completo. Me pregunto si esto sólo me ocurre a mí o si a alguno de ustedes también les ha pasado. Me agradaría mucho que a ustedes también les haya sucedido, así comprenderán mejor lo que me pasa y no me sentiré solo en mis frustraciones.

Y el problema principal de todo esto es que no puedo narrarles el sueño, respecto a los protagonistas de cualquier manera no les diría o serían modificados los nombres para proteger las identidades de las personas reales. Pero el sueño si lo podría contar, pero no puedo y no es por maldad o porque haya sido un sueño inconfesable o de esos sueños que solíamos soñar en nuestros muy alegres años juveniles. No se los relato simplemente porque no lo recuerdo.

Solo recuerdo que existe un sueño que olvidé. Eso me parece bastante paradójico, recordar que he olvidado algo ¿Cómo puede ser eso posible? Ni idea, no tengo la menor explicación para tan extraño e inusual fenómeno. Creo que es uno más de los estrambóticos y paradójicos procedimientos de mi muy extraño e inusual cerebro de pollo.

De algo estoy absolutamente seguro, no se trató de una pesadilla ni de un sueño de esos cargados de situaciones escabrosas o de ese clásico erotismo a la mexicana. No, no fue nada de eso. Tampoco fue uno de esos sueños desesperantes, grises, obscuros y llanos, en los que uno quiere despertar lo más rápidamente posible porque no le encontramos ni las razones ni los motivos ni los sentidos; esos sueños que cuando despiertas te encuentras con que te han generado emociones dispersas. Así no fue, estoy seguro de eso.

Fue uno de esos sueños largos, con un argumento definido y con escenarios claros y conocidos, con personajes que conoces por su nombre, apellido y realidad social (pero a los que no frecuentamos en la vida real) esos sueños que por lo general provocan un despertar tranquilo y suave; en un principio los recuerdas perfectamente y he invariablemente te preguntas ¿Qué onda, porqué soñé esto y con estas personas?

Instantes después el recuerdo se empieza a diluir muy rápidamente, te desesperas e intentas retenerlo en tu memoria de cualquier manera. Es inútil, el recuerdo se escurre y termina por desaparecer por completo. Al poco rato, recuerdas que soñaste un sueño que ya se te olvidó.

Sólo queda escribir una entrada simple de blog, no más que eso. Deseo fervientemente que también les haya pasado a ustedes.

martes, 13 de julio de 2010

112. El pulpo Paul

Si alguien me hubiese hablado acerca de una película cuyo principal personaje es un pulpo que pronostica los resultados de los partidos de fútbol, con toda seguridad habría rechazado la recomendación y jamás habría visto ese film; Sin embargo ...

Sin embargo resulta que no es el argumento de esas producciones hollywoodescas de bajo presupuesto, ni es una historia surgida de alguna mente calenturienta; no es ciencia ficción y tampoco se refiere a un capítulo de los disparatados Simpson o del descerebrado Chespirito. Es completa y llanamente la realidad ¿Pueden creerlo?.

Demás está narrar la historia del pulpo Paul, ya todos la conocemos. Los vaticinios de Paul lo han convertido en un verdadero profeta del fútbol, lo han puesto a la altura de los antiguos oráculos griegos; sus designios lo han convertido en una celebridad internacional, un icono de la historia que perdurará por siempre en nuestra tantas veces absurda mitología contemporánea.

Pero además hay un hecho inexorable que lo transformará en un dios universal, Paul no volverá a emitir profecía alguna, ni en el fútbol ni en ninguna otra materia (ha sido retirado por sus cuidadores) lo que no dará oportunidad a que ocurra alguna futura equivocación en sus pronósticos y por tanto se le mencionará en la posteridad como el casi infalible pulpo Paul.

Por otra parte, la vida de los pulpos es breve, en un par de años más Paul morirá de vejez y será sepultado en medio de pomposos homenajes y ceremonias solemnes: entonces su gloria y su poder aumentarán, será recordado y venerado por siempre y se le construirán estatuas a las puertas de los estadios de fútbol y muchos equipos y aficionados implorarán su bendición antes de iniciar cualquier partido.

No puedo imaginar el momento mismo en que a alguien se le ocurrió la inane idea de poner a adivinar al pulpito Paul. Reconozco que por mi cabeza pasan muchos pensamientos disparatados y otros tantos conceptos desatinados y sinsentido; pero nunca se me hubiese ocurrido poner a hacer pronósticos deportivos a un tranquilo octópodo.

Y luego un pulpo ¿Porqué no un cuervo, un conejo o un tecolote? pienso que hubiese tenido mayor autoridad un escarabajo pelotero (por aquello de la experiencia con el esférico). Hay muchísimos animales en los que pudieron haber pensado, pero un pulpo. Lo único que se me hubiese ocurrido hacer con un pulpo es una ensalada.

Pero resulta que no solamente pusieron al Paul a adivinar, sino que también invitaron a la prensa y a la televisión para darle cobertura y credibilidad a este extraño y moderno pitoniso; y por increíble que parezca, se le dio espacio en los noticieros mundiales. Y el planeta entero se postró a los pies (tentáculos) del pulpo e impacientes esperábamos su predicación. Y el profeta no falló, acertó en sus pronósticos y su fama se extendió a lo largo y a lo ancho del mundo conocido.

A veces nos preguntamos por qué las vacas son sagradas en la India, por qué algunas culturas antiguas adoraban a los elefantes, carneros, gatos, cocodrilos u otros animales y no nos explicamos el por qué les atribuían extraños y sobrenaturales poderes y por qué fueron dotados de esa divinidad que muchas veces no alcanzamos a entender.

La leyenda del pulpo Paul puede ser una determinante y muy clara explicación a lo planteado en el párrafo anterior. ¿No crees?