sábado, 27 de junio de 2009

32. Desventajas de la vida cotidiana


Vivir solo tienes muchas ventajas que son reconocidas, alabadas y bendecidas por la mayoría de las personas. Desde mi masculino punto de vista celebro esas prerrogativas. Sin embargo es justo reconocer que también existen desventajas que se acentúan particularmente los sábado por la mañana.


Tiene un poco más de 10 años que no comparto mi casa con nadie. No quiero hacerlo. Así me siento cómodo, me comporto como quiero hacerlo y no tengo que dar explicaciones a nadie acerca de la hora y las condiciones humanas en que llego. Puedo tener un caos absoluto de ropa (incluso confundir ropa sucia con limpia) dejar los platos sucios hasta que les salga una especie desconocida de moho y el refrigerador puede acumular cualquier cantidad de tupper con comida anaranjada, verde o de plano negra.


Igualmente es posible tener la casa sin barrer y trapear durante cuatro meses, no limpiar jamás los cristales de las ventanas o quedarme el sábado viendo cuatro partidos seguidos de fútbol. Existen más ventajas, todas relacionadas con mi personal comportamiento y con el funcionamiento de algunas partes de mi cuerpo pero no se me da la gana de mencionarlas, pero créanme todas son bendecidas.


Todo eso lo anterior está bien, excelente diría yo, sin embargo existe un inconveniente muy importante. La complicación estriba en el hecho de que no me gusta ver ni mi casa desordenada, ni mi ropa y trastes sucios, ni me gusta usar el baño cuando está cochino ni tampoco me agrada que se eche a perder la comida ni ninguna de las cosas que mencioné (excepto ver cuatro partidos seguidos de fútbol). Por ese motivo substancial y trascendente los sábado es declarado el día de limpieza de mi casa.

Debo reconocer que no me gusta barrer, trapear, sacudir, lavar baño, ropa, planchar ni ningún otro de los deberes domésticos. Lo hago porque lo tengo que hacer, pero no me gusta, me molesta.
Es importante señalar que no me agrada hacer labores caseras simplemente porque soy flojo para eso, no porque piense que son cosas impropias de mi naturaleza varonil. Estoy absolutamente seguro y convencido de que lo que tengo lo tengo bien puesto y no se me va a caer porque me agarre una escoba, una plancha o lave mi baño. No es por allá el asunto, simplemente no me gusta.


Sin embargo lo hago, la mayor parte del tiempo mi casa está limpia, la ropa muy difícilmente logro que esté acomodada pero le hecho ganas a ese asunto, plancho cuando lo tengo que hacer y trato de que no se junten los trastes para lavarlos. Como mi casa es chica barro y trapeo rápidamente y por lo general todo está como a mí me gusta que esté.

Algunas veces he pensado en contratar a una señora para que me haga la limpieza de la casa o planche mi ropa pero nunca lo he hecho, no existe una razón concreta, a veces es por ahorro en la economía a veces por comodidad. En ocasiones he acudido a una lavandería pero han sido pocas veces, prefiero hacerlo yo (en la lavadora de mi hermana en tanto compro la mía). Nunca he pensado en casarme solamente para tener quien realice las labores de la casa (creo que es más barato contratar el servicio que mantener a una señora).

Finalmente creo que poniendo en una balanza los beneficios y las desventajas de la vida en solitario, creo que definitivamente hay más ventajas que inconvenientes. Lo demás, es lo de menos.

jueves, 25 de junio de 2009

31. La natación

Hoy fue el último día del curso de natación, la alberca del Seguro Social estará cerrada hasta mediados de agosto. En tanto llega esa fecha, debo decidir si continuo haciendo algún tipo de ejercicios o me dedico a recuperar el peso perdido. Se aceptan sugerencias.

La aventura de la natación empezó en los primeros días de septiembre del año pasado, la decisión surgió motivada por distintas y muy variadas razones: sobrepeso, prevención de la salud, edad avanzada (ni tanta, ni tanta) y el hecho de que la natación es el único ejercicio recomendado para unas muy lastimadas y operadas rodillas.

Durante muchos años ignoré el persistente dolor de rodillas y me lanzaba al malecón a caminar la mayoría de las veces, a trotar ocasionalmente y esporádicamente a correr un poco. Con el paso del tiempo opté por caminar en los alrededores de mi casa, pero las empinadas calles de Colonial Campeche terminaron por dejarme más adolorido.


Posteriormente a la cirugía de mi rodilla derecha (la izquierda fue operada en el 2004) el médico me recomendó bajar de peso y determinó que la natación era el deporte ideal para hacerlo, dado que se ejercitan la mayoría de los músculos y además las rodillas se liberan de impactos. No quedaba más remedio que abandonar las relajantes caminatas y meterme a una alberca, lo cual no resultaba nada despreciable.

Debo señalar que yo ya sabía nadar y que cuando tenía 10 años asistí por primera vez a clases de natación en el Seguro Social (solo fui unos meses porque me expulsaron por bajar ciruelas a chancletazos, eso fue injusto porque obviamente ya había salido de la alberca pero ni modos, así es la vida) sin embargo no nadaba de acuerdo con el estilo requerido por lo que debía iniciar el proceso como si no supiera.

Aprender el estilo no generó mayor problema para mí, lo que si representó un gran inconveniente fue aprender a respirar. Sucede que la natación es el único deporte en que el proceso de respiración debe tornarse voluntario, esto es debido a que se nada con la cara dentro del agua, se saca la cabeza un momento para aspirar por la boca y posteriormente se expulsa el aire por la nariz pero con la cara nuevamente metida en el agua.

Esta acción implicó que yo tuviera que concentrarme en tres cosas a la vez: bracear bien, patalear continuamente y respirar adecuadamente. Las primeras sesiones hacia solo una cosa de las tres, en ocasiones conseguía hacer dos de tres. En resultado era que o no pataleaba o las brazadas se iban de lado o lo peor, terminaba con agua metida por todos los agujeros de mi cabeza.

Mi mala técnica para respirar y la poca resistencia de mis pulmones hicieron que la natación se tornara una actividad estresante para mí. Por momentos pensé en abandonarla porque definitivamente no estaba disfrutando la actividad. Pero empecé a ver resultados en la báscula y eso definitivamente fue una motivación que me impulsó a continuar y a empezar a recrearme en la natación.

Por otro lado avanzaba en resistencia y en la distancia que lograba cubrir nadando, de 250 metros (cinco vueltas a la alberca) que con el corazón en la boca y a punto de un colapso respiratorio conseguí durante el segundo mes, hasta los 1500 metros (30 vueltas) que logré nadar en los últimos días de noviembre. Eso fue un importante logro para mí.

Diciembre y enero no nadé porque hacía frío. A mediados de febrero reinicié pero todo fue más fácil; la respiración ya fue lección aprendida y logré ejecutarla adecuadamente al mismo tiempo que bracear y patalear; la distancia recorrida ya no baja de 1250 metros. Creo que nado bien y bastante.


Pero ahora resulta que terminan las clases correspondientes al primer semestre del año, la alberca estará ocupada mañana y tarde por cursos de verano. No habrá natación hasta mediados de agosto. ¿Mientras llega esa fecha qué hago con este cuerpecito que Dios me regaló?

Una alternativa puede ser asistir a algún gimnasio, la idea me ha estado dando vueltas en la cabeza, tal vez sea una buena propuesta. A lo largo de mi vida me he inscrito tres veces a esos lugares y solo he asistido dos semanas cuando mucho. En esta ocasión, si finalmente decido asistir, seré constante. Después regresaré a la alberca y, no sé, quizá pueda combinar las actividades y no morir en el intento. Ya veremos.

martes, 23 de junio de 2009

30. ¿Bañarse o no bañarse?

Tengo flojera de bañarme, no me da pena decirlo. Tengo mucha flojera de bañarme. Pero lo voy a tener que hacer, ni modos. No queda más remedio que bañarse todos los días, al parecer no existe alternativa ni tarea alguna que puedan suplantar el baño corporal. Nada, ni siquiera una actividad pequeñita.

En realidad no debo de estar sucio, no lo creo, ni siquiera debo de estar sudado. En primera instancia trabajé hasta las cuatro de la tarde dentro del aire acondicionado. Más tarde estuve una hora entera nadando en la alberca del Seguro Social. Seguramente ahí sudé un poco, pero todo se diluyó en el agua (la cual tenía mucho cloro); además de que después de nadar me di una ducha en los vestidores (aunque no me jaboné). Todo eso me hace pensar que si bien no estoy del todo limpio al menos no estoy muy sucio que digamos.

Sin embargo, las normas sociales no escritas indican que todos debemos bañarnos todos los días (no considero que esta sociedad esté calificada para juzgar el nivel de asepsia que tengo en el cuerpo) además mi mamá me enseñó cuando niño que debo bañarme diariamente. Yo creo que ella debe haber invertido sus mejores habilidades educativas en lograr que me bañe todos los días y se sentiría frustrada si se entera que hoy no me bañé.

Es importante señalar que el agua debe estar caliente desde hace un buen rato (por este rumbo de la ciudad el agua se enfría mucho, más cuando está nublado o ha llovido), mi ropa de dormir (no mucha) está lista y esperándome, todo está en orden. Todo se remite a tomar la decisión de entrar al baño y bañarme.

El proceso de toma de decisiones es algo que no es muy difícil para mí, de hecho soy muy bueno para dos cosas: análisis de procesos y toma de decisiones. En cuanto a la primera tarea todo se remite a determinar los límites del proceso, esto es, en qué momento inicia las tareas relativas a bañarme y en qué momento terminan; en este sentido, puedo incluso precisar cuáles son las tareas innecesarias (las que retrasan el proceso) y sugerir actividades de mejora que agreguen valor y satisfacción al usuario (en este caso yo).

En cuanto a la toma de decisiones, es cuestión de ponderar las alternativas de decisión existentes, analizar las ventajas y desventajas de cualquiera de las decisiones que estén dentro del ámbito del problema en cuestión (en este caso, bañarme o no bañarme). A partir de ahí tomar la mejor alternativa de decisión y sustentarla con un programa de trabajo que asegure su cumplimiento. Esta fácil, no?

Todo lo anterior está muy bien, excelente, pero entonces… ¿Qué onda? Mmm… no sé… tal vez sea conveniente dejar pasar unos minutos más antes de tomar la decisión crucial de entrar al baño.

Creo que el problema no reside en bañarme o no (finalmente tendré que bañarme, ya lo sé, no tienen que gritarme ni insultarme) la dificultad está en determinar el momento justo en que deberé iniciar las tareas relacionadas con bañarme.

Si decidiera bañarme en este momento no podría seguir escribiendo este artículo, además de que cuando salga del baño y esté limpiecito y oloroso ya no tendría sentido continuar con este concienzudo análisis. Si decido esperar más tiempo tal vez me dé más flojera hacerlo, o bien, el resultado de bañarme muy noche será que se me quitará el sueño y me quedaré despierto hasta las dos o tres de la madrugada. ¿Entonces?

Bien me bañaré ahora, esto implica que este artículo se terminó, se acabó, no más análisis ni reflexiones, la decisión ha sido tomada. Ya decía yo que soy muy bueno para tomar decisiones con grado de dificultad tres.

lunes, 22 de junio de 2009

29. No tardes mucho en llegar

Empecé a trazar mis letras sobre el teclado gris, sin embargo, aún no estoy seguro de lo que voy a escribir. No importa mucho, lo importante es escribir, lo importante es que tal vez tú lo vas a leer, eso me alienta.

Hoy es una noche especialmente plácida, afuera llueve. No es una lluvia fuerte, es ligerita, de aquellas lluvias que te dejan disfrutar de una caminata rápida y no mojarte mucho, de las que te regalan el placer eterno de saltar los charcos y reírte un poco de ti mismo. Estas lluvias me gustan mucho, son de esas muy románticas que te recuerdan tiempos añejos.

Y aquí, dentro de la casa, la cadencia del bossa nova se escurre suavemente, se posa en las paredes, brinca entre los libros y termina por acomodarse en cualquier sillón. Ahí se queda quieta un momento, sonríe y se hace la dormida en medio de sus acordes. Se parece mucho a ti, tiene tus manías y tus encantos, tus mismas formas y tu manera distraída de andar por la sala.

Casi sin proponérmelo y sin siquiera darme cuenta, he detenido la escritura y me he quedado pensado en ti. Trato de recordar cómo suena tu voz, cuáles son tus palabras favoritas y ese tonito que tienes al hablar. A veces hablas de tal manera que parece que quisieras decir algo más, pero finalmente te quedas callada y tu mirada se aleja, se ausenta.

Hay noches como esta en que imagino escenarios nuevos, situaciones distintas, caminos comunes, sueños compartidos. Hay noches como esta en que es tan fácil perderme entre tantas cosas de que está llena mi mente y reencontrarme pensando en ti. Hay noches como esta en que te siento tan próxima que parece posible tocarte. Hay noches como esta en que no es difícil extrañarte.

Hay esta noche, hay esta lluvia, hay esta música... ¿Por qué no estás tú? Le haces falta a mi noche de lluvia y bossa nova. No tardes mucho en llegar.