martes, 12 de enero de 2010

76. Cero y van tres

Si, cero y van tres (o tal vez cuatro) veces que me sucede, empiezo a escribir para este blog y lenta, paulatina e inexorablemente la entrada se va convirtiendo en un artículo que finalmente es publicado en el periódico Tribuna y posteriormente en los “Apuntes en Fuga”.


Eso está bien, por un lado, por el otro esta querida Miscelánea se queda desprotegida y entonces debo empezar a arrastrar la pluma y teclear frenéticamente para tratar de inventarle una nueva entrada y equilibrar la situación.

En esta ocasión empecé a escribir sobre el calentamiento global y la ola de frío que invade a nuestra pobre ciudad. Estaba yo tecleando feliz y despreocupadamente, con el tono cotidiano que caracteriza a este informal blog.

 
De pronto todo empezó a tomar un nuevo matiz, la entrada se empezó a hacer un tanto profunda y se fue extendiendo más allá de la habitual cuartilla. Mientras escribía, mi mente empezó a concebir el cambio, pero la entrada ya iba avanzada y cambiar representaría una revisión completa a lo escrito y una necesaria y obligada modificación al tono (hacerlo más serio y con más forma y estilo).

 
Finalmente llegó la decisión definitiva, la entrada evolucionará a artículo periodístico. Inmediatamente suspendí el trabajo (la revisión y conclusión se hará por la noche, para tener más calma y menos distracciones).

 
A cambio me puse a escribir esta pequeña entrada en la cual estoy tratando de explicar las broncas por las que he pasado como resultado del proceso de escribir. Creo que estoy siendo particularmente claro.

 
Ciertamente la revisión del escrito anterior y la redacción de estas líneas significa hacer un retrabajo, pero cuando se trata de escribir no le veo ningún problema a esa situación, simplemente el escrito se va fluido y ágil.

Muchas veces me ha pasado que escribo párrafos que me gustan mucho pero que finalmente excluyo del artículo porque no les encuentro un lugar determinado. No sé como explicar esa situación en forma exacta, simplemente me sucede, creo que ese es uno de los retos de escribir y los asumo como tal.
 
El único problema de hacer el cambio, es que ahora deberán esperar a que el artículo se publique para poder leerlo, sea en el periódico o sea el blog de los “Apuntes en Fuga”. Ya ni modos.





domingo, 10 de enero de 2010

75. Paseo de Reyes con erizos africanos


La tradición de los Reyes Magos es una de las costumbres que más me gustan y emocionan de toda la cartelera folklórica mexicana. Aunque, a decir verdad, no es una costumbre netamente mexicana, es adoptada, pero no importa, ya forma parte nuestra.


Yo creo que todos disfrutamos con particular alegría del hecho de despertar y encontrar junto a la cama o debajo de la hamaca juguetes, dulces o ropa, o de plano todo lo anterior; Ya sea que seamos niños o papás el gusto es similar.

En mi familia la costumbre no se pierde con los años, tengas la edad que tengas y de alguna forma u otra, los Reyes magos se las ingenian para dejar algo que mantendrá viva la ilusión y la eterna recomendación: pórtate bien para que los Reyes te traigan juguetes.


La calle 53 de mi ciudad, es el lugar donde los Reyes Magos realizan sus compras, sean las de última hora o las definitivas, y como cada año estuvo repleta de puestos donde se podían encontrar muñecas, soldados, pelotas, juguetes de cuerda, de acción y muchas novedades más.

Dos cosas llamaron mi atención particularmente, bueno tres. Si, fueron tres. Empecemos por la primera.

El puesto de ropa para perros de mis primos Cristian y Karime, había cualquier cantidad de ropa para vestir a los canes: futbolista, hombre araña, novia, rapero y turista entre otros. Había colores diversos y en las tallas que iban de la 3 a la 7. Camisas tipo polo, minifaldas, bañadores, tirantes, flecos y lentejuelas.


La respuesta de la gente fue muy buena, yo estuve parado en el puesto unos minutos observando el comportamiento de las personas y todos se entusiasmaban mucho por comprar ropa para Tixie, Capitán, Chuchis y El pecas. Los precios iban de 60 a 100 pesos, tal vez había más caros o más baratos, no pregunté.

Más adelante me detuve en los puestos de venta de mascotas: hamsters, ratones árabes, iguanas, culebras, tortugas, aves, hurones, entre otros. Aquí la estrella que lleno las carteleras fue, a mi juicio, el erizo africano.


A mí no me gustan los animales, no los agarro, ni siquiera los toco, pero el erizo africano me atrapó. Lo que pasa es que no parece real, es como un muñequito de peluche, causa gracia verlo caminar y mover su nariz. No me lo puedo imaginar en su estado salvaje, luchando por sobrevivir, alimentándose de insectos y escapando a sus depredadores.

Según los vendedores, el erizo africano es una mascota ideal, su tamaño adulto está entre los 10 y 15 centímetros de largo y su peso entre los 300 y 500 gramos, se alimenta de croquetas de gato o comida seca para perros.


Me animé a tocarlo, más bien a rozar sus púas, se siente como si tocaras muchos palillos de dientes juntos, solo si se asusta se hará bolita y erizará sus púas, pero el trato humano constante hace que se acostumbre y permita que lo carguen y acaricien sin dañar a nadie. Su precio es de 2 mil pesos el macho y 2 500 la hembra. Se quitan las ganas de tener uno.


Lo último que llamó mi atención fue el stand que los grupos parroquiales de Catedral instalaron para el donativo de juguetes a niños de escasos recursos económicos. Aquí lo que más me impresionó fue la falta de donativos. Parece que a las personas se les dificulta desprenderse de algunos pesos para beneficiar a algún niño.

Yo compré para donar 5 pelotas, no es mucho, pero es algo. Cada pelota me costó 10 pesos, en total gasté 50 pesos. Es una cantidad mínima, ridícula si así lo piensan, pero que alegrará a 5 niños, además con cada pelota pueden jugar un partidito de fútbol hasta 22 chavitos.


50 pesos es menos de lo que cuesta una canastilla de cervezas, no sé cuánto costará una cajetilla de cigarros, pero probablemente con 50 pesos se puedan comprar dos. Una botella de cualquier licor cuesta más que lo que me costaron las 5 pelotas.

Por el precio de una ropa para perros se podían comprar entre 6 y 10 pelotas, adquirir un erizo africano equivale a comprar 200 pelotas. Entonces, porqué preferir gastar el dinero en cosas superfluas y no en beneficiar a un niño el día de los Reyes Magos.

Esto es un misterio de la vida cotidiana, son las partes obscuras de la naturaleza humana. Alguien podrá decir, es que así somos. Es verdad, somos así. Pero, ¿Por qué no podemos ser de otra forma? ¿Por qué no podemos ser más desprendidos, más humanos, más caritativos, más nobles y generosos? Yo creo que si podemos cambiar y sensibilizarnos un poco, sobre todo en esas fechas.

Hasta aquí mis reflexiones, espero para el próximo año, ver nuevamente a los erizos africanos y espero ver llena la caja de donaciones de juguetes para niños pobres. Estoy seguro de que así será.