sábado, 6 de marzo de 2010

87. El valle de los objetos perdidos

Ya busqué por todos lados y no encuentro mi constancia del curso “Caminando sobre las brasas”, eso me molesta y me preocupa mucho.

Recuerdo que estaba en una carpeta negra, ahí estuvo por mucho tiempo. Mi idea original era tenerla ahí hasta que pudiera guardarla en la carpeta azul donde están las constancias que nunca se me pierden. Pero por alguna causa fui posponiendo el traslado de este documento y finalmente desapareció. Ya no está en mis carpetas negras.

¿Dónde podrá estar esa constancia? Recuerdo que cuando era niño existía una historieta con un personaje que se llamaba Mary Juana; ella y su amigo (un ratón que no recuerdo cómo se llamaba) siempre que extraviaban algo acudían a buscarlo al “Valle de los objetos perdidos”.

Supuestamente, este valle es el sitio al que van a parar todos los objetos que extraviamos. Es por tanto un lugar lleno de cosas interesantes: nuestros calcetines favoritos, aquella pluma azul que tanto nos gustaba, el llavero que nos trajeron de Estados Unidos, la tarjetita que tenía escrita esa frase linda, nuestras últimas canicas, el disco de Montaner, las cartitas perfumadas, las fotos de la secundaria y en general todas aquellas cosas que un día desaparecieron y nunca volvimos a saber donde quedaron.

No recuerdo exactamente como le hacía Mary Juana para transportarse hasta ese valle, lo que sí recuerdo es que era un campo muy amplio que en lugar de árboles tenía zapatos, tazas, relojes de cuerda, juguetes y otras cosas. Tampoco recuerdo cómo es que todo llegaba hasta ese sitio ni cómo le hacía para rescatar los objetos de ahí.

Se me ocurre pensar que existe toda una población de duendecillos que viven bajo las camas y en el fondo de los cajones desordenados. Ellos se llevan los objetos hasta el Valle y allí los conservan hasta que ya no los necesitan; entonces los devuelven, pero no los ponen en el lugar de donde lo tomaron (eso ya lo olvidaron) sino que los dejan por cualquier lado. Por eso a veces, cuando los encontramos decimos: “¿Y esto cómo llegó hasta acá?”.

En ocasiones la devolución es instantánea, solo se los llevan por unos minutos. A veces se los llevan por años y, lamentablemente, hay objetos muy valiosos para nosotros que ellos nunca nos devuelven, son las cosas que extraviamos y jamás volvemos a ver. Aquellos objetos que atesoran tantos recuerdos, que están llenos de tantas sensaciones y que guardamos por años y un buen día, simplemente desaparecen para siempre.

Es importante señalar que en este valle solamente hay objetos perdidos; no hay recuerdos olvidados, alegrías pasadas, promesas sin cumplir, ilusiones marchitas, besos robados, suspiros al atardecer, intuiciones románticas, caricias escondidas ni nada de esas sensaciones y emociones. No, no hay nada de eso, solamente hay objetos perdidos.

El caso es que aún a mis años, siempre que algo se me pierde, invariablemente pienso en el “Valle de los objetos perdidos” y me entran el deseo enorme de poder acudir hasta ese lugar, donde seguramente hay una enorme cantidad de cosas mías que me gustaría recuperar. Quién sabe, tal vez algún día pueda ir. Ya les contaré.

jueves, 4 de marzo de 2010

86. En el abandono total

Telarañas… más telarañas… hay telarañas por aquí, por allá y por acullá. Está lleno de polvo y un penetrante olor a humedad lo invade todo. En un rincón, justo a la derecha, un grillo canta tranquilo, claro, nadie lo interrumpe. Una que otra cucaracha se pasea campantemente y, justo frente de mí, un cucarachón de tierra caliente hace su entrada oronda y triunfal. Esto es el colmo.

Tienen razón quienes aseguran que todo es culpa mía y me reclaman por el inexplicable abandono en que se encuentra todo. Lo peor del asunto es que no cuento con un argumento suficientemente sólido para justificar mis desidiosas acciones. Nada, ninguno, ni siquiera el más pinchurriento y escuálido.

No tengo más remedio que dedicarme a hacer limpieza exhaustiva en este quejumbroso, adormilado y ruinoso blog, disculparme cabalmente con todos aquellos que me hacen el favor de seguirlo y afirmar (mano haciendo señal de boy scout) que jamás volverá a ocurrir semejante estancamiento. Si, así será.

Por otra parte, y siendo todo lo justo que suelo ser en algunas ocasiones, realmente no estaba muy dejado que digamos; la última vez que escribí fue el 18 de febrero, eso no es mucho tiempo, solo unos días, algunas semanas.

Y bueno, si se me ocurrieron muchos temas, pero no podía escribirlos. No tenía tiempo. Estaba muy ocupado. Tenía muchos asuntos importantes y urgentes que atender. Porque deben saber que yo soy una persona extremadamente ocupada. No soy como otros que se la pasan en interminables siestas; tampoco soy de los que andan averiguando chismes o metiéndose en cosas que no le incumben.

En realidad, no sé ni porque les digo estás cosas, simplemente… pues ya, ya escribí. Mañana voy a volver a escribir, pasado a lo mejor no, pero el domingo sí. La próxima semana también voy a seguir redactando. A ver que se me ocurre.