lunes, 16 de noviembre de 2009

66. La competencia

La competencia inició como suelen empezar estos eventos. Con un sonoro balazo de salva. Entonces nos precipitamos a cumplir con la distancia marcada, en mi caso 3 y medio kilómetros de caminata. A mi lado, raudo y veloz, iba mi hijo Edoardo. Empezamos atrasados, nos esforzamos y fuimos recuperando lugares, finalmente todo se volvió un caos y no sé ni en qué lugar llegamos a la meta. No importa, cumplimos con el propósito y nos divertimos.

Todo lo anterior fue parte de mi participación en la Segunda Carreta Caminata Atlética Matutina IMSS 2009, la cual se realizó para promover la cultura de la salud y la prevención de enfermedades. La competencia se dividió en dos ramas, carrera y caminata. Yo me inscribí para caminar 3.5 kilómetros (recuerden que no puedo correr por mis operadas rodillas y además porque hace mucho que no corro ni siquiera para alcanzar el camión o a alguna rubia de sugerentes formas).

Pero no quise caminar solo, por ello inscribí a mi hijo Edoardo. Él no se opone a nada que implique acompañarme, sea acampar, escalar, asistir a un concierto de flauta o en este caso, a caminar en el malecón un domingo a las 7 de la mañana. Pensé en apuntar también a mis hijas pero supuse que se negarían como finalmente sucedió. Desmadrugarse es una forma de sacrilegio para ellas.

Y ahí estábamos, formados en el malecón junto a más de 550 personas de todas las edades, condiciones y géneros. Había atletas profesionales, amateurs y personas que solo iban por pasar un rato caminando junto a la familia. Estaban también, personas de la tercera edad e incluso algunos con capacidades diferentes (discapacitados, en realidad no sé cómo llamarles sin que se escuche peyorativo). Unos correrían 7 kilómetros, otros 3.5 y los más, caminaríamos.

Edoardo y yo nos formamos un poco detrás del grupo (fue una novatada porque teníamos libertad de ponernos al frente del pelotón de caminantes) pocos metros después de iniciada la competencia nos dimos cuenta del error. Nos propusimos apurarnos para adelantar lugares. Cuando íbamos a la mitad de la competencia ya nos acercábamos a los primeros lugares.

Pero entonces empezó el relajo, los competidores que acabábamos de rebasar nos adelantaron corriendo. Los jueces hicieron caso omiso a esa falta. En un rato más, la mayoría de los competidores de caminata corrían, otros más cortaron camino. Yo también hubiese corrido, pero como no puedo hacerlo, me resigné a seguir caminando junto a mi hijo hasta llegar a la meta.

No me molesté mucho, sólo un poco, pensé que el espíritu de la competencia era fomentar la salud, pasar un rato juntos, hacer ejercicio y divertirnos. Eso fue lo que hicimos, por tanto el objetivo se cumplió. Lo comenté con mi hijo y él estuvo de acuerdo.

Pero pudimos haber ganado. Ni modos, será para la próxima.