martes, 27 de abril de 2010

97. Los marcianos

Resulta que ahora debemos evitar relacionarnos con extraterrestres. Lo que pasa es que dichos personajes pueden ser portadores de extrañas enfermedades que resultarían fatales para nosotros. Por tanto debemos rehusar cualquier tipo de contacto con marcianos, venusinos, jupiterianos, saturninos y ya de paso, de plutoninos y de cualquier otro ser o cosa que no provenga de nuestro amado y familiar planeta Tierra.

Yo sospechaba desde hace tiempo que los extraterrestres querían apropiarse del mundo y comerse todo lo que encontrarán en él (incluyéndonos a nosotros) pero no tenía la certeza. Ahora sí, por lo cual, nuestras peores pesadillas plasmadas en repetidas e escalofriantes películas hollywodenses están a punto de convertirse en una realidad.

Estas conclusiones están firmemente apoyadas en bases científicas y en las declaraciones que realizó el conocido y mundialmente famoso astrofísico inglés Stephen Hawking, quién afirmó a Discovery Channel que “algunos extraterrestres evolucionados podrían haberse convertido en nómadas y tener la intención de colonizar los planetas a los que llegaran”. Las declaraciones concluyen con la recomendación de “evitar mantener contacto con ellos”.

Este último consejo parte de la idea de que esos seres siderales podrían ser portadores de enfermedades que nos afectarían mortalmente y ofrece, como ejemplo, los padecimientos que los europeos trajeron a América y la forma en que éstos diezmaron a los nativos.

Por lo anterior, deduzco que en breve seremos invadidos. Pero no todo son malas noticias. El lado positivo de esto es que los “alliens” solo vendrían en busca de recursos naturales y después se irían. Por otra parte, no nos comerían a nosotros ya que son herbívoros. Finalmente, podrán ser fácilmente reconocidos e identificados por su peculiar apariencia: son amarillos, caminan sobre dos patas y tienen forma de lagarto.

Esto último rompe un poco con mi antiguo paradigma marciano, ya que crecí con la firme convicción de que los extraterrestres eran personajes verdes, con antenitas en la cabeza y que en vez de caminar, levitaban graciosamente. Y jamás me imaginé que pudieran tener forma de lagarto, más bien pensaba que podrían parecerse a algún tipo de insecto, grillos específicamente.

Lo que si no deja claro el científico inglés es si tendremos alguna posibilidad de defendernos, de atacarlos y vencerlos. Eso me inquieta un poco. Lo único que conozco de color amarillo son los canarios. Y bueno, esos pajaritos también comen hierbitas y caminan sobre dos patitas.

Si los nómadas intergalácticos son como esas aves tal vez no tengamos nada de qué preocuparnos. De hecho, tal vez los pájaros sean los extraterrestres y nos invadieron desde hace miles de años y se han estado comiendo nuestros recursos naturales y nosotros no estamos haciendo nada para evitarlo; por el contrario, los protegemos y consentimos.

Estamos mal, declaremos la guerra de las galaxias a todos los pajarracos, sean amarillos, verdes, azules o negros o de muchos colores. Defendamos nuestro planeta, es ahora o nunca.

Aunque… por otra parte, los Simpson también son amarillos ¿Será una especie de avanzada o de adoctrinamiento? Ya no sé qué pensar.

lunes, 26 de abril de 2010

96. Las mujeres


Yo no entiendo a las mujeres. En realidad, hace mucho tiempo que dejé de intentar entenderlas. Simplemente no hay forma, no existe la mejor manera de poder acceder a los laberintos y recovecos que se esconden tras las enmarañadas conexiones emocionales de los cerebros femeninos.

He conocido a muchas mujeres, algunas son bonitas, otras divertidas, las hay sensibles, inteligentes, sentimentales, románticas, amigables, solidarias y hasta cómicas. Pero no he conocida una que sea sencilla, fácil de entender, sin tantas vueltas, sin complicaciones. No, no hay de esas.

Estoy absolutamente convencido de que Dios se esmeró en el diseño de las mujeres. Casi puedo imaginarlo en su enorme mesa de trabajo; seguramente consumió mucho café, hizo infinidad de bocetos, desecho algunas de las ideas originales. Solicitó algunas opiniones a sus colaboradores y, en sus momentos de descanso, hizo bromas acerca del trabajo (recuerden que Dios es hombre).

Finalmente tuvo la concepción exacta de la mujer. Ahora había que trabajar en los detalles, me refiero exactamente a la parte externa. Ya saben: ponle menos allá; suaviza las líneas, un poco más redondo por aquí, el color más suave en esta parte; más por ahí… un poco más por ahí… más… más… ahora sí. … eso es. Listo.

La verdad le quedó bien la idea. Me gusta, digamos que me gusta mucho. Hasta aquí no tengo quejas, todo está excelente, todo tiene sentido, tamaño, forma, finalidad y utilidad. No hay motivo alguno de disgusto o reclamo. Yo creo que la causa de todo el problema es cuando le tocó hacer el cerebro.

Intuyo que no hubo mala intención por parte de Dios. No había nada en contra nuestra, Él no quería fastidiarnos la vida a los hombres ni hacernos maldad. No, nada de eso. Lo que supongo que sucedió es que al momento de finalizar el cerebro femenino, de dar el toque definitivo, algo pasó, alguien lo distrajo y ¡zas! En esa distracción estuvo el problema.

Y con esto quiero decir que la falla no es fisiológica; no, no es por ahí el problema. Todo es a nivel de las conexiones que se dan al interior de sus enigmáticos e impenetrables cerebros, del manejo emocional, de las rutas que eligen sus neuronas para establecer sinapsis y como estos enlaces se vinculan a sus diferentes niveles de recuerdos, sentimientos, necesidades, impulsos, deseos y motivaciones.

Seguramente Él se dio cuenta de la falla, era muy evidente. Pero ya no quiso rehacer el trabajo. Tal vez estaba cansado, quizá pensó que sería divertido ver cómo los hombres íbamos lidiar con todo ese equipaje emotivo. Tal vez determinó que soportar a las mujeres sería el mejor camino para que los hombres pudiéramos acceder a la santidad.

No lo sé. No lo entiendo. El caso es que es a esa pequeña falla a la que le achaco la razón de la forma de ser, comportarse, sentir y pensar de las mujeres. Por eso es que son tan complicadas, raras e imposibles de entender.

Por eso dicen no cuando quieren decir si, se esconden cuando quieren que las encuentren, soportan malas maneras y a auténticos patanes aduciendo que están enamoradas y hacen las cosas más extrañas e inexplicables por las razones más disparatadas que alguien se pueda imaginar.

Ni modos, no me queda de otra, no hay ninguna opción viable. Las mujeres o nada. Aunque no las entienda.

domingo, 25 de abril de 2010

95. Se busca

¿Más palideces? Sí, mi intención era escribir otra entrada descolorida y desangelada, de esas que dejan vislumbrar los ánimos fallidos. Pero de repente me he revelado, he cambiado el rumbo y estoy escribiendo acerca de lo que iba a escribir.

Supongo que lo que se espera de un escribidor persistente y trasnochado es que entretenga con sus párrafos, que ensaye y se atreva a explorar estilos distintos y nuevas formas de expresar sus realidades y no que se la pase en los tenores “cortavenas”. Por eso precisamente es que escribo lo que escribo y no lo que pensaba escribir.

De hecho, me dio un poco de flojera relatar la manera en que me perdí de vista, en que extravié la pista de mí mismo y lo desorientado en que a ratos me encuentro. Tal vez hubiese sido una buena entrada para un blog que no termina por encontrar su posición literaria. Pero no, de verdad que me dio flojera.

Por otra parte ya van varias entradas llenas de desencantos y desilusiones, creo que ya fue suficiente de esos rollos (aunque esos son los denuedos que persisten y sobreviven en mi cada vez más opaco estado de ánimo).

No queriendo abusar de paciencias ajenas decidí no escribir nada de eso, sin embargo ya tenía la computadora lista y el Face apagado, era cosa de buscar un tema. Opté por lo fácil, narrar lo que iba a hacer y no hice.

Lo único que ha quedado de mis iniciales intenciones es el título de la entrada. No quise cambiarlo. Lo he dejado como un humilde homenaje a la que pudo ser una entrada cargada de emociones y que ha terminado por ser un texto hecho con rapidez y poco rumbo. Ya ni modos.