sábado, 24 de octubre de 2009

63. Mi silencio

Por momentos solo se escucha el silencio. Sí, es un tanto incomprensible, pero es verdad. Sólo tienes que poner un poco de atención, entonces descubrirás que el silencio está lleno de ruidos, algunos armonizan con el silencio mismo, otros más, estrellan sus compases en la calma y en la noche.

A ratos, descubrirás que todos los sonidos atesoran en su corazón una carga sustantiva de silencios, de esos silencios limpios y claros que se refugian cansados tras los roperos antiguos y se enganchan en las paredes de la casa de los abuelos. Son esos silencios que huelen a chocolate y canela, al agua de colonia, yerbas y pétalos de rosas.

Así es mi silencio y a mí me gusta ese silencio, me dejo atrapar por él, no me resisto, me dejo conducir y permito que me arrastre hasta sus jardines secretos. Ahí hemos sido felices muchas veces. Ahí hemos sido culpables y cómplices. Ahí hemos crecido, hemos muerto y resucitado juntos.

Mi silencio tiene muchas voces, pero siempre habla quedito, con voz tenue y mansa, como un murmullo que se destila bajo las puertas y perezoso se escurre hasta mí. Lentamente, su voz lo invade todo, se acomoda y descansa. Entonces tengo que callarme y poner atención para poder escucharlo. No habla mucho, pero dice muchas cosas.

A mi silencio le gusta vagar por las calles obscuras de la ciudad dormida, le gusta sentir el frio y contemplar la luna. Disfruta del romance y de los secretos y a veces, sin siquiera darse cuenta, roba suspiros a la noche y algunas lágrimas a la vida.

Cuando se agota de rondar sin rumbo, a mi silencio le da por hace poesías, de esas poesías perturbadas que jamás encuentran la rima y la armonía, pero a él eso no le importa y a mí tampoco; porque en el silencio de sus viejos poemas, yo encuentro la música y el ritmo del silencio.

Así somos los dos, un poco niños, un poco sueños. A veces músicos y cantantes, a veces locos, vagabundos y borrachos. En ocasiones enamorados y hasta sentimentales, jocosos e inmorales; amigos y rufianes, aventureros y religiosos, profundos y superficiales. Pero siempre, siempre juntos. Así le gusta al silencio y así me gusta el silencio.