Vivir solo tienes muchas ventajas que son reconocidas, alabadas y bendecidas por la mayoría de las personas. Desde mi masculino punto de vista celebro esas prerrogativas. Sin embargo es justo reconocer que también existen desventajas que se acentúan particularmente los sábado por la mañana.
Tiene un poco más de 10 años que no comparto mi casa con nadie. No quiero hacerlo. Así me siento cómodo, me comporto como quiero hacerlo y no tengo que dar explicaciones a nadie acerca de la hora y las condiciones humanas en que llego. Puedo tener un caos absoluto de ropa (incluso confundir ropa sucia con limpia) dejar los platos sucios hasta que les salga una especie desconocida de moho y el refrigerador puede acumular cualquier cantidad de tupper con comida anaranjada, verde o de plano negra.
Igualmente es posible tener la casa sin barrer y trapear durante cuatro meses, no limpiar jamás los cristales de las ventanas o quedarme el sábado viendo cuatro partidos seguidos de fútbol. Existen más ventajas, todas relacionadas con mi personal comportamiento y con el funcionamiento de algunas partes de mi cuerpo pero no se me da la gana de mencionarlas, pero créanme todas son bendecidas.
Todo eso lo anterior está bien, excelente diría yo, sin embargo existe un inconveniente muy importante. La complicación estriba en el hecho de que no me gusta ver ni mi casa desordenada, ni mi ropa y trastes sucios, ni me gusta usar el baño cuando está cochino ni tampoco me agrada que se eche a perder la comida ni ninguna de las cosas que mencioné (excepto ver cuatro partidos seguidos de fútbol). Por ese motivo substancial y trascendente los sábado es declarado el día de limpieza de mi casa.
Debo reconocer que no me gusta barrer, trapear, sacudir, lavar baño, ropa, planchar ni ningún otro de los deberes domésticos. Lo hago porque lo tengo que hacer, pero no me gusta, me molesta.
Es importante señalar que no me agrada hacer labores caseras simplemente porque soy flojo para eso, no porque piense que son cosas impropias de mi naturaleza varonil. Estoy absolutamente seguro y convencido de que lo que tengo lo tengo bien puesto y no se me va a caer porque me agarre una escoba, una plancha o lave mi baño. No es por allá el asunto, simplemente no me gusta.
Sin embargo lo hago, la mayor parte del tiempo mi casa está limpia, la ropa muy difícilmente logro que esté acomodada pero le hecho ganas a ese asunto, plancho cuando lo tengo que hacer y trato de que no se junten los trastes para lavarlos. Como mi casa es chica barro y trapeo rápidamente y por lo general todo está como a mí me gusta que esté.
Algunas veces he pensado en contratar a una señora para que me haga la limpieza de la casa o planche mi ropa pero nunca lo he hecho, no existe una razón concreta, a veces es por ahorro en la economía a veces por comodidad. En ocasiones he acudido a una lavandería pero han sido pocas veces, prefiero hacerlo yo (en la lavadora de mi hermana en tanto compro la mía). Nunca he pensado en casarme solamente para tener quien realice las labores de la casa (creo que es más barato contratar el servicio que mantener a una señora).
Finalmente creo que poniendo en una balanza los beneficios y las desventajas de la vida en solitario, creo que definitivamente hay más ventajas que inconvenientes. Lo demás, es lo de menos.
Hola!
ResponderEliminarLeí todas tus publicaciones, la verdad me impresiona tu forma de escribir, el cómmo reparas en cosas tan cotidianas y que a la vez pasan desapercibidas para la mayoría de las personas. Te felicito, en verdad me gustó tu expresión, sigue así.
Saludos ... Lupita Ruiz