Hoy me comí un pulpo. En realidad no sé si se trató solamente de un pulpo o si fue menos de uno o más de uno. No importa, pero si debiera precisar, entonces diría que fue un plato grande lleno de una sabrosa ensalada de pulpo campechano.
Mientras lo degustaba, no podía dejar de pensar en las cosas hermosas que se pueden esconder detrás de una apariencia espantosa. Del pulpo se pueden decir muchas cosas, pero mentiría el que diga que es un animal bello. No lo es, definitivamente está muy lejos de serlo.
Sin embargo, tiene un sabor tan agradable al paladar, tan claro, definitivo e inconfundible que te hace olvidar su aspecto aterrador y te pone a pensar en sus bondades al gusto, en su generosidad nutricional y en el valor que agrega a cualquier mesa.
No puedo dejar de alabar la valentía de aquel primer hombre que se atrevió a comerse a un pulpo, seguramente el nivel de hambre que padecía en ese momento debió ser épica, monumental e histórica. Imaginemos ese momento:
“…8 o 9 días sin comer en alguna isla del Pacífico Sur, en un intento desesperado entra al mar, trata de capturar un pez. No puede, son demasiado rápidos. Entre las piedras ve algo que se mueve, tentáculos que se agitan en medio del mar. Duda un poco, el aspecto de esa criatura no es agradable, pero el hambre le estruja las entrañas”.
“Se decide y después de muchos intentos, lo toma con una mano, no le gusta lo que siente. Aprieta un poco y el pulpo suelta su tinta. Nuestro personaje cree que el pulpo se desangra y muere pero casi al mismo tiempo siente algo que se pega a su brazo y lo absorbe. Con un movimiento rápido saca a la criatura del mar y la deposita en algún recipiente. Regresa a casa con una mezcla de sentimientos, tiene algo que podría comerse pero no sabe qué es ni cómo lo guisará...”.
Supongo que el proceso para descubrir la manera de cocinar al pulpo fue lento, que se sucedieron muchas pruebas, se experimentaron muchas modalidades y trascurrieron numerosos años antes de encontrar la forma óptima de prepararlo. Y sospecho que el modo definitivo de sazonar, condimentar y aderezar al mencionado pulpo fue obra y gracia de alguna mujer anónima: heroína de la cocina, dueña y señora de los secretos del arte culinario. ¡Bendita mujer!
El mundo siguió rodando y las personas nos fuimos acostumbrando a comer el pulpo en múltiples formas. A mí sólo me gusta en ensalada y en coctel, no lo como de otra manera, no hace falta, puedo comerlo siempre de la misma forma y sentirme satisfecho y complacido con su agradable sabor.
Yo creo que la enseñanza es que no debemos dejarnos llevar por las apariencias, que detrás de un aspecto desagradable puede esconderse un ser de una riqueza enorme, de una sustancia rica, de un espíritu enorme y desprendido. Mis hijos no aprendieron la lección y no han querido probarlo. Ni modos, me lo seguiré comiendo yo solo, favor que me hacen.
Algo más que me gustaría agregar, me preocupa ver que los pulpos que nos venden son cada vez más pequeños, parecen arañitas. Yo podría dejar de comerlo varios años con la finalidad de permitir su adecuado crecimiento, su necesaria reproducción y su precisa conservación en nuestros litorales. Si se declarara una veda de 5 u 8 años yo la apoyaría.
Podría hacer un sacrificio con tal de asegurarme la posibilidad de seguir comiendo ensalada de pulpo, de delicioso y nutritivo pulpo, en el futuro.
Mientras lo degustaba, no podía dejar de pensar en las cosas hermosas que se pueden esconder detrás de una apariencia espantosa. Del pulpo se pueden decir muchas cosas, pero mentiría el que diga que es un animal bello. No lo es, definitivamente está muy lejos de serlo.
Sin embargo, tiene un sabor tan agradable al paladar, tan claro, definitivo e inconfundible que te hace olvidar su aspecto aterrador y te pone a pensar en sus bondades al gusto, en su generosidad nutricional y en el valor que agrega a cualquier mesa.
No puedo dejar de alabar la valentía de aquel primer hombre que se atrevió a comerse a un pulpo, seguramente el nivel de hambre que padecía en ese momento debió ser épica, monumental e histórica. Imaginemos ese momento:
“…8 o 9 días sin comer en alguna isla del Pacífico Sur, en un intento desesperado entra al mar, trata de capturar un pez. No puede, son demasiado rápidos. Entre las piedras ve algo que se mueve, tentáculos que se agitan en medio del mar. Duda un poco, el aspecto de esa criatura no es agradable, pero el hambre le estruja las entrañas”.
“Se decide y después de muchos intentos, lo toma con una mano, no le gusta lo que siente. Aprieta un poco y el pulpo suelta su tinta. Nuestro personaje cree que el pulpo se desangra y muere pero casi al mismo tiempo siente algo que se pega a su brazo y lo absorbe. Con un movimiento rápido saca a la criatura del mar y la deposita en algún recipiente. Regresa a casa con una mezcla de sentimientos, tiene algo que podría comerse pero no sabe qué es ni cómo lo guisará...”.
Supongo que el proceso para descubrir la manera de cocinar al pulpo fue lento, que se sucedieron muchas pruebas, se experimentaron muchas modalidades y trascurrieron numerosos años antes de encontrar la forma óptima de prepararlo. Y sospecho que el modo definitivo de sazonar, condimentar y aderezar al mencionado pulpo fue obra y gracia de alguna mujer anónima: heroína de la cocina, dueña y señora de los secretos del arte culinario. ¡Bendita mujer!
El mundo siguió rodando y las personas nos fuimos acostumbrando a comer el pulpo en múltiples formas. A mí sólo me gusta en ensalada y en coctel, no lo como de otra manera, no hace falta, puedo comerlo siempre de la misma forma y sentirme satisfecho y complacido con su agradable sabor.
Yo creo que la enseñanza es que no debemos dejarnos llevar por las apariencias, que detrás de un aspecto desagradable puede esconderse un ser de una riqueza enorme, de una sustancia rica, de un espíritu enorme y desprendido. Mis hijos no aprendieron la lección y no han querido probarlo. Ni modos, me lo seguiré comiendo yo solo, favor que me hacen.
Algo más que me gustaría agregar, me preocupa ver que los pulpos que nos venden son cada vez más pequeños, parecen arañitas. Yo podría dejar de comerlo varios años con la finalidad de permitir su adecuado crecimiento, su necesaria reproducción y su precisa conservación en nuestros litorales. Si se declarara una veda de 5 u 8 años yo la apoyaría.
Podría hacer un sacrificio con tal de asegurarme la posibilidad de seguir comiendo ensalada de pulpo, de delicioso y nutritivo pulpo, en el futuro.
Yo aprendí a preparar pulpo el año pasado.
ResponderEliminarO sea, no se cocinarlo, pero puedo hacerlo en ensalada cuando me lo dan precocido jojo
No lo como en nada que no sea ensalada o coctel, en su tinta fooo, no lo como.