Existen días en que pareciera que las palabras tuvieran voluntad propia y decidieran abrir caminos distintos para escribir los mismos sueños irrealizados, los mismos ayeres desafortunados, las mismas esperanzas maltrechas. Y en ese afán, transcurren penosamente por los mismos dolores que creía olvidados.
¿Por qué las palabras acuden a esos destinos? Yo no quiero escribir infortunios, me rehúso a repasar las horas ingratas de mi desventura Rechazo esas letras, me niego a caminar esos caminos infames plagados de sombras que afligen y hieren.
Yo quiero que mis letras dibujen espacios lúcidos donde mi espíritu abatido pueda reposar sosegado, quiero que tracen horizontes extensos donde residan sentimientos nuevos, desconocidos, apacibles y gratos. Ansío esos párrafos que muestran la perspectiva armónica de un renacer siempre completo, siempre pleno.
Pero las letras tienen su propia música. Y yo … yo no sé cantar esas canciones.
¿Por qué las palabras acuden a esos destinos? Yo no quiero escribir infortunios, me rehúso a repasar las horas ingratas de mi desventura Rechazo esas letras, me niego a caminar esos caminos infames plagados de sombras que afligen y hieren.
Yo quiero que mis letras dibujen espacios lúcidos donde mi espíritu abatido pueda reposar sosegado, quiero que tracen horizontes extensos donde residan sentimientos nuevos, desconocidos, apacibles y gratos. Ansío esos párrafos que muestran la perspectiva armónica de un renacer siempre completo, siempre pleno.
Pero las letras tienen su propia música. Y yo … yo no sé cantar esas canciones.
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