Es verdad, las tardes de lluvia tienen un aroma apacible y suave, es un perfume dulce que te acerca a emociones cálidas, de esas que te acarician el alma cuando llegan y que te hacen sonreír cuando se despiden.
Yo no lo había notado, grave falta, porque sin darme cuenta transcurrieron por mi vida distraída cientos de plácidas tardes lluviosas. Peor aún, muchas de ellas me han hecho enfadar, incluso las he calificado de inoportunas y molestas y he corrido para librarme de ellas.
Ayer fue distinto, ayer el espíritu estaba dispuesto, atento; entonces pude darme cuenta, junto con cada gota de agua que se precipitaba, alegremente se diluían los recuerdos difusos de añejos encuentros vividos y, casi al mismo tiempo, ascendía la ilusión clara de historias nuevas para recordar.
Y en la memoria, que todo lo ve, resurgieron emociones adormecidas, sensaciones olvidadas, entusiasmos extintos. Entonces el ánimo se agitó y se alegró, soñó y jugó y cantó y se redimió jubiloso y se abandonó sereno a desconocidos impulsos afectivos.
Y en medio de tanta lluvia y de tantos afectos, el cielo se abrió y el sol, eterno y melancólico, obsequió colores, matizó la tarde y presuroso se adormeció en el recuerdo.
Es verdad, las tardes de lluvia huelen a emociones nuevas, a sueños que necesitan ser soñados, a delirios y ansiedades. Las tardes de lluvia esconden comunes inquietudes y revelan compartidos apegos.
Es verdad, las tardes de lluvia, también huelen a ti.
Yo no lo había notado, grave falta, porque sin darme cuenta transcurrieron por mi vida distraída cientos de plácidas tardes lluviosas. Peor aún, muchas de ellas me han hecho enfadar, incluso las he calificado de inoportunas y molestas y he corrido para librarme de ellas.
Ayer fue distinto, ayer el espíritu estaba dispuesto, atento; entonces pude darme cuenta, junto con cada gota de agua que se precipitaba, alegremente se diluían los recuerdos difusos de añejos encuentros vividos y, casi al mismo tiempo, ascendía la ilusión clara de historias nuevas para recordar.
Y en la memoria, que todo lo ve, resurgieron emociones adormecidas, sensaciones olvidadas, entusiasmos extintos. Entonces el ánimo se agitó y se alegró, soñó y jugó y cantó y se redimió jubiloso y se abandonó sereno a desconocidos impulsos afectivos.
Y en medio de tanta lluvia y de tantos afectos, el cielo se abrió y el sol, eterno y melancólico, obsequió colores, matizó la tarde y presuroso se adormeció en el recuerdo.
Es verdad, las tardes de lluvia huelen a emociones nuevas, a sueños que necesitan ser soñados, a delirios y ansiedades. Las tardes de lluvia esconden comunes inquietudes y revelan compartidos apegos.
Es verdad, las tardes de lluvia, también huelen a ti.
Confirmo mi teoría "el tío lalo está enamorado" u.u
ResponderEliminarEsta entrada es muy romántica, y realmente me hizo apreciar la lluvia, pero solo un domingo en casa. Porque yo por mi parte, sigo en la etapa de "maldita lluvia!" Haré una entrada de porque odio la lluvia, y pondré un link a este sitio después jajaja.
Saludos!