Decía que me agradó el mencionado artículo, y no solo quedé satisfecho con la forma y el fondo, sino también la manera en que lo trabajé. Ya he mencionado en entradas anteriores que cuando hay inspiración los párrafos parecen escribirse solos; cuando no, es preciso ocuparse y afanarse, armarlo con cuidado, cambiar el orden de las ideas, aplicarse mucho hasta que finalmente nos quede un escrito que llene nuestras propias expectativas.
Esto último fue lo que sucedió. Inicialmente yo quería escribir algo con mucho color, que retrate la esencia de una de las más pintorescas tradiciones mexicanas, ironizar sobre la muerte, describir los altares y el sentir de nuestro pueblo. Pero el artículo se fue deslizando por otros causes y yo me dejé conducir, nunca opuse resistencia.
De tal forma que lo que inicialmente sería la referencia para introducirme al tema, se convirtió en el asunto principal. Esto es, terminé describiendo al cementerio de Seybaplaya y su relación con mi familia paterna. El cambio en la temática no me importó mucho, porque considero que lo que sería un artículo un tanto impersonal se convirtió en un escrito íntimo, familiar y un poco emotivo.
Esto último hizo que pasara por alto una anécdota curiosa de la última visita a dicho cementerio. Sin proponérselo, mi hermano Juan destapó un osario y descubrimos la osamenta completa de un cristiano. No se me ocurrió averiguar el nombre del propietario de dicha osamenta. La cubrimos rápidamente y emprendimos la retirada.
La narración e inclusión de este hecho podría haberle dado color y humor al artículo, pero reconozco que no encontré el espacio indicado para plasmarlo ni los correspondientes puntos de enlace. Por ello y porque el carácter del artículo lo hacía innecesario, decidí su exclusión.
Cobra por hacerles publicdad en el blog!
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