lunes, 7 de mayo de 2012

147. Mi mente divaga

La mente divaga, los pensamientos se deslizan, se ideas se esfuman, todo se precipita, cae en las calles y se escurre por las alcantarillas de la ciudad. Inútilmente trato de arrancarle letras a las paredes, al techo y a las sucias ventanas del departamento. Pero ellas no tienen letras y yo no tengo ideas.

Los sonidos de la ciudad llegan hasta mí, a veces de manera nítida, a veces en forma difuminada, las sirenas de las ambulancias son una constante (para mi fortuna, nunca han sonado para venir por mi). Pero esta ciudad suena distinto a como suena mi ciudad por las noches, aquí no se escuchan ladridos ni serenatas ni música de grillos y canciones de ranas trasnochadas. Solo ambulancias y patrullas y autos y más autos.
Si, extraño los sonidos que por las noches llegaban hasta mi antiguo dormitorio, extraño la luna y extraño la brisa. Se me hace muy raro echar de menos a la luna porque en realidad, es la misma luna que se asoma a mi ventana y sigue mis actuales pasos. Pero en mi tierra la luna se ve distinta, se los juro que se ve diferente. No sé, a lo mejor es solo mi idea.

Y mientras tanto, las horas siguen caminando, el sueño me sigue evadiendo, juega conmigo (¿Por qué todos quieren jugar conmigo?) a veces el sueño se asoma y luego se esconde, como un inquieto fantasma, como aquellas sobras repentinas que en otros tiempos me asustaban. ¿A dónde se va el sueño, por qué se esconde? No lo sé, tal vez nadie lo sabe.
Creo que lo mejor sería apagar la computadora, cerrar los ojos y quedarme quieto, tal vez de esa manera el sueño se aburra de andar brincando en la cama y se acurruque junto a mi, de esa forma los dos, abrazados y tranquilos, podríamos  dormir. Se me olvida, el sueño no duerme, el sueño sólo cabalga aprisa en las mentes que duermen. A ratos no quisiera que cabalgue, solo quiero que este quieto junto a mi, quizá para no sentirme tan solo en esta noche sola.

A ratos tengo calor, por momentos llega hasta a mí el aire fresco que fluye por la abierta ventana, a ratos me dan ganas de salir y perderme en las calles y perderme en la noche y perderme en extrañas sensaciones que florecen y perecen entre la bruma. A ratos los pensamientos me turban, me inquietan y todo se llena de imágenes discordantes. A ratos lo mejor es no pensar, no sentir, no desear.
¿Esta es la segunda o la tercera cerveza? La tercera me grita ese alguien que vive en mi cabeza,  pero en realidad no me importa, lo que quiero es que me haga dormir, que me ayude a confundirme y en medio de tantos embrollos acabe yo durmiendo y soñando que estoy despierto. Esto es una irrealidad, pero que más da, será una más de las que conviven conmigo.

El tiempo se alarga, se estira, se dobla y vuelve a estirarse; el tiempo no pasa, se atora en el umbral de mi puerta y decide quedarse recostado en la alfombra, con un pie trato de ahuyentarlo; se espanta de momento, me mira de reojo y se vuelve a acurrucarse.
En un instante, mi mente viaja y se detiene en lugares conocidos, descansa en el mismo parque, camina las mismas calles y repasa los mismos escenarios. Recuerda las mismas palabras, las mismas canciones y los mismos llantos. La mente también juega, también sueña, se queja, se inquita y se cansa.

¿Cuándo amanecerá? El tiempo me mira pero no me contesta, sigue adormecido al pie de mi cama, finalmente entre bostezos murmura impasible:”Tranquilo, ten paciencia, ya pronto despertarás”.

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