sábado, 6 de agosto de 2011

143. Un destello de color


Hoy es una mañana gris en la ciudad gris; gris el cielo, gris el aire, gris la ropa, todo está gris. Los edificios son grises, las calles tienen ese tono, los autos son grises y los árboles y las aves también. 

 La gente camina con ánimo gris: no se hablan, no se saludan, no se miran, no se reconocen, no se aproximan.  Esta gente ni siquiera camina, solo se desplazan dejando un rastro gris sobre el pavimento frio de la ciudad gris.
 
Busco en sus rostros un poco de color y un poco de calor, solo un poco de aire fresco que me permita apreciar vestigios de humanidad. Nada, solo miradas y muecas opacas que se diluyen apesadumbradas entre las grises ventanas del tren metropolitano.

 
En una de las estaciones subió una pareja de jóvenes, se acomodan junto a la puerta del vagón, se abrazan y sin mayores preámbulos se pierden en un beso largo, de aquellos que se dan con los ojos cerrados y las bocas abiertas.

 
Quise creer que ese amoroso gesto le daría color al gris ambiente, no fue así; al terminar el beso, los dos se miraron con una mezcla de pesar y cotidianidad y se difuminaron en el tono que prevale en esta desteñida mañana.

A los lejos una pálida canción trata inútilmente de crear un ambiente distinto; nada, solo logra acentuar los tonos grises que se escurren holgazanes desde las nubes grises que cubren el cielo gris de la gris ciudad.

Casi sin darme cuenta, el tiempo se ha diluido entre tantas vaguedades en color gris; ahora que lo pienso, no estoy seguro de que el gris sea un color, tal vez sea solo la sombra de un color o el reflejo deslucido de mis pensamientos disipados y decolorados.

 
A la mitad de tantas palideces y vagabundeos, el camino termina y me sumerjo indiferente en las calles grises; camino aprisa,  esquivo sin mirar a personas grises, alguien choca conmigo y pronuncia una mecánica disculpa que no alcanzo a entender ni a responder; sigo a paso apresurado sin mirar nada ni a nadie, perdido en la esa bruma gris que empantana la ciudad.

Es la vida gris que continua indiferente y taciturna. Son los indolentes y aciagos tonos grises que despreocupadamente van inundando la vida, ahogando los pensamientos, agotando los esfuerzos, consumiendo las energías, disipando las voluntades, transformando y trastornando las ganas de existir.

Es la casi permanente marea gris de insensibilidad y desgano, de miedo mal disimulado  y angustia creciente, de sufrimiento reprimido y desconfianza manifiesta. Casi sin darme cuenta, un destello de color: es tu mirada, es tu sonrisa, eres tú.

 

2 comentarios:

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