Resulta que ya instalé unos adornos navideños en mi casa, particularmente en la ventana de la sala, se trata de una guía de luces, les llaman cascada, son de color blanco y tiene diversos destellos. Yo lo veo bien.
Sin embargo el tiempo de cantar la rama ya se agotó (terminaron el 15 de diciembre) por tanto no podré saber si sigo con la fama de grinch en el vecindario, tendré que esperar hasta el próximo año, entonces trataré de instalar las luces y alguno que otro adorno desde el día primero de diciembre, como lo establece la olvidada tradición familiar.
Con relación a las canastillas, debo comentarles que estamos a punto de ser rebasados por el trabajo, hoy debo comprar bañaderas, conseguir mesas, recoger algunos donativos faltantes, hacer algunas llamadas y actualizar el inventario de donativos.
Mañana domingo empezaremos a armar las canastillas, participarán mis hijos, Elva y sus hijas, otros familiares y amigos. Creo que tenemos material como para armar 35 canastillas y me parece que al final, con los donativos de última hora podremos llegar a las 40. No es la meta de 50 que nos establecimos pero es una cantidad bastante superior a las 25 del año pasado.
El lunes a las 7 de la noche tendremos una misa en la iglesia del Fraccionamiento Belén para bendecir las canastillas, a ese evento hemos invitado a todos los donadores, esperamos que lleguen y que participen en el evento, me parece que será muy emotivo. El martes 22 de diciembre empezaremos el reparto en el hospital Álvaro Vidal Vera, el 23 en el hospital de la ciudad de Hecelchakán y continuaremos en el Vidal Vera hasta agotar las canastillas. Que no quede nada para el próximo año. No importa que empecemos de cero nuevamente
La jornada navideña se avecina con gran trabajo, pero es desea labor significativa, que purifica el alma y la llena de recuerdos importantes. Son esos afanes que nacen del corazón y que con gusto seguiremos realizando mientras podamos y mientras se nos dé la oportunidad de servir a la comunidad.
Algunas personas me preguntan por qué lo hago; la respuesta es muy simple, me gusta mucho, me llena. Además estoy acostumbrado a hacer este tipo de servicios, desde que era muy joven participé en grupos de la iglesia y me acostumbré a trabajar en estas cosas. Nunca me he sentido obligado, el puro gusto de hacerlo y de disfrutar del servicio. Es lo que se llama espíritu de servicio. Que mejor si este favorece a los que menos tienen. ¿No creen?
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