Así es, estuve de vagabundo
por las calles de la urbe y de camino en camino me encontré en medio del paseo
familiar en bicicleta que todos los domingos se realiza en Reforma, después me topé
con la Plaza de la Solidaridad, el barrio Chino, el Centro Cultural Banamex,
Tepito y finalmente participé en una marcha política realizada con objetivos
poco claros para mí.
Debo reconocer que el único
lugar que si tenía un propósito era conocer el Barrio Chino, lo que pasa es que
desde hace días he querido comprar uno de esos llamados Espantaespíritus (yo
así los llamo, son esos adornos colgantes que hacen sonidos de campanitas
cuando los mece el viento). Quiero dos, uno para mi casa y otro para la
oficina, los quiero utilizar como alarma en caso de sismos, y supuse que en el
Barrio de los Chino podría encontrar uno adecuado. Todo lo demás se desarrolló
a partir de eso.
Pero vamos a ir con calma, para lo cual
dividiremos esta entrada en subtemas:
Paseo
Dominical en Bicicletas
El día empezó lo mejor
posible, desperté alrededor de las 7 de la mañana y concluí la lectura de un
librito que me enviaron por correo electrónico desde hace mucho tiempo y cuya
lectura había pospuesto sin tener un motivo específico.
Esa lectura y el posterior
baño de regadera me animó mucho, por lo que al salir de casa, decidí que iría
hasta el centro en bicicleta; tome una, de las del programa Ecobici y me
incorporé al paseo familiar en bicicleta que se realiza todos los domingos en
Reforma. Además de ciclistas, hay patinadores, niños en triciclo, personas en
sillas de ruedas, bicicletas dobles y adaptadas para llevar niños pequeños.
Descubrí un señor que a la
vez que corría empujaba una carriola con una bebé muy bonita (mamilas y
pañaleras incluidas) eso mismo lo volví a ver una cuadras más adelantes pero
con carriola de gemelos. Un payaso adaptó su bicicleta con una especie de
turbinas y bocinas. En la glorieta de Palma daban clases de aeróbicos. Todo era
una fiesta.
Plaza
de la Solidaridad
Dejé la bicicleta en la
llamada “Esquina de la Información”, en donde coinciden los edificios sedes de
los famosos periódicos Excélsior y el Universal y caminé sobre el Eje Central
Lázaro Cárdenas, casi sin querer llegué a la plaza de la Solidaridad, ya la
conocía pero no sabía que en ese lugar era donde estaba el famoso Hotel Regis,
el que se cayó durante los temblores de 1985; entré a ella esperando encontrar
algo o sentir algo, no sé, una especie de energía, pero nada.
Al Hotel Regis lo recuerdo
como una referencia de mi padre, él decía que en sus viajes al Distrito Federal
siempre acudía al bar de dicho lugar e invariablemente se encontraba con algún
campechano que visitaba la capital de la república en ese momento. En hotel no
resistió los terremotos y cayó, en ese lugar murió mucha gente, pero no hay
nada que los recuerde, no hay nada que indique que ahí, en algún momento estuvo
el famoso Hotel Regis, lugar de reunión de los campechanos bohemios.
Barrio
Chino
Sin mayores preámbulos
abandoné la Plaza, crucé la calle y me dirigí al Barrio Chino. Otra decepción,
el barrio es una o dos cuadras, no lo supe bien porque la mayoría de los
negocios estaban cerrados y eso que eran casi las 11 de la mañana. De los 5
locales comerciales a los que entré, cuatro eran atendidos por mexicanotes y solamente
en uno de ellos encontré una chica con rasgos orientales. De los adornos que
buscaba no encontré nada.
Templo
de San Francisco
Continué caminando sin un
rumbo determinado, de esa forma llegué a la calle peatonal de Madero y, casi
enfrente al famoso Sanborns de los Azulejos y exactamente detrás de la Torre Latinoamericana,
me encontré con el Templo de San Francisco, una edificación que data de 1575
según mal no recuerdo, y que los domingos prohíbe la entrada de turistas.
No tuve problemas con esto
último porque realmente no parezco un turista, entré al templo, debo aclarar
que cuando uno ingresa a un templo franciscano no espera encontrar
magnificencia, porque los religiosos de esa orden tienen a la pobreza como uno
de sus principios rectores. Y de alguna forma las paredes laterales mostraban
eso, sobriedad, son lisas, sin adornos, sin altares, solo 2 murales muy grandes
a cada lado que ensalzan a santos franciscanos.
El altar mayor es otra cosa,
de suelo a techo es laminado de oro, profusamente adornado de ángeles, en el
primer nivel tiene la figura de San Francisco de Asís, en el segundo es una
virgen y en él último a un Cristo redentor. El altar no me pareció franciscano,
tal vez jesuita o dominico. No pude orar, me entretuve en mis criticas por lo
opté por salir.
Centro
Cultural Banamex
A unos pasos del citado
templo me encontré con la enorme mansión que alberga al Centro Cultural Banamex,
esta construcción tiene más de 400 años de antigüedad y en su momento fue
habitada por uno de los virreyes de la Nueva España; actualmente alberga la
exposición “Maestros del Arte Popular Latinoamericano”, es en términos generales
una gran muestra de artesanías en madera, barro, textiles, papel y bordados,
entre otros materiales.
Me impresionó un candelabro
en barro vidriado, unos cajones de varios niveles retacados de figuras que
plasman costumbres cotidianas de la campiña mexicana y algunos bordados
guatemaltecos; me alegró encontrarme con un sombrero de Calkiní, que para mi
gusto, no era de los mejores que he visto, además que el sombrero se veía
maltratado.
Me llamo mucho la atención
la arquitectura de la casa, sus dimensiones, su historia, el trabajo en cantera
que adorna todos los marcos de las puertas, su pequeña pero muy hermosa
capilla, aunque ya no funciona como tal. Me molesta que no permitan tomar
fotos, no le encuentro sentido a eso, es una mala costumbre que se va
generalizando en la mayoría de los museos.
La
Calle de Correo Mayor y Tepito
Una vez fuera del museo
decidí ir a la calle de Correo Mayor, es la que se ubica a espaldas del Palacio
Nacional y que es completamente comercial. Ese nombre lo recibe porque en
épocas de la colonia en esa calle vivía la persona encargada de la
correspondencia del Virrey, este personaje recibía el título de Correo Mayor
del Virrey, de ahí que la calle siga siendo nombrada de esa manera.
Me molestó que muchos
negocios estuvieran cerrados, me alegró encontrar abierto uno que se dedica
exclusivamente a vender paraguas, dado que se aproxima la temporada de lluvias
y que perdí los cuatro que tenía, compre uno, aunque debí comprar dos, ni
modos.
Quisiera decir que caminé
hacia el norte de la calle, pero los signos cardinales nunca han sido mi
fuerte, pero caminé, digamos que hacia la izquierda, una cuadras mas adelante
la calle cambia de nombre (esto es común en el Distrito Federal) y se denomina
del Carmen; los comercios continúan, no cesan, y los vendedores ambulantes
tampoco, es un interminable pregonar de artículos de belleza, ropa y comida.
Casi sin darme cuenta llegué
a un punto en que ya un automóvil difícilmente puede circular por la cantidad
de puestos ambulantes, entonces supe que había llegado al tradicional,
peligroso y conocido barrio bravo de Tepito, famoso por la venta de productos
piratas de todo tipo, por sus particulares y singulares vecindades y por la fama
bravía de las personas que lo habitan.
No me aventuré mucho por ese
lugar, solo unas cuantas calles, hice algunas preguntas en ciertos negocios de
ropa, reí con el pregonar de tangas a 10 pesos, me sorprendió ver un mercado
donde no se venden más que zapatos y una calle donde todos los negocios
comercian muñecos de peluche; y sin más ni más y con suma ligereza abandoné el
lugar y me dirigí hacia el Zócalo para retomar la calle de Madero y buscar el
camino de regreso a lo que llamo casa.
Una
manifestación política
El Zócalo estaba repleto de
activistas políticos del Partido de la Revolución Democrática, de ciudadanos
simpatizantes y de personas que aprovechan la ocasión para comercializar fotos
del candidato, vender afiches, denunciar corruptelas de políticos e incluso me
encontré con una mujer con escotado traje de monja que declaraba haber sido
violada por un sacerdote.
Me abrí paso entre en gentío
pero al ingresar a la calle Madero, me di cuenta que la multitud se movía en la
misma dirección que yo, de tal manera que quedé atrapado en una manifestación
política-ciudadana cuyo objetivo principal me confundía; no sabía si era en
contra del candidato del Partido Revolucionario Institucional, en contra de la
candidata del Partido Acción Nacional, en favor del candidato del Partido de la
Revolución Democrática o todo al mismo tiempo.
Las arengas se alternaban, incluso
con las tradicionales porras de los estudiantes de la Universidad y del
Politécnico. La multitud era muy diversa, familias enteras con niños pequeños,
parejas de ancianos, grupos de jóvenes, señores mayores, muchachas entusiastas,
había de todo. No sé calcular las cantidades, probablemente 10 mil personas o
más.
El caso es que caminé con
ellos un enorme tramo con rumbó al Ángel de la Independencia, el famoso
monumento enclavado en el corazón del Paseo de la Reforma, en un momento
determinado abandoné la marcha, tomé una bicicleta y pedaleé para llegar rápido
al Ángelito, ahí esperé la llegada de los manifestantes, pero llegaron y no
pasó nada, no hubo nada, ni discursos, ni conclusiones ni nada.
Ya para entonces estaba muy
cansado, fastidiado y medio enojado, recordé además que no había comido,
entonces me olvidé de todo y me dirigí a buscar qué comer y a casa a descansar.
Las
conclusiones del día
La verdad es que no tengo
una conclusión del día, no tengo algo que resulte impactante para señalar, algo
como una metáfora, una lección o una sentencia impresionante, no, no hay nada
de eso.
Digamos que simplemente di
un paseo por las calles de la ciudad de México, un paseo que resultó ser
tranquilo y relajado, que me permitió conocer algunos aspectos de esta urbe a
la vez que alejarme de preocupaciones y pensamientos locos. Digamos que
simplemente quise contarles lo que hice en un domingo normal y variado.
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