
Lo que resulta paradójico es que, en
todos los casos, no me desplazaba a más de 50 kilómetros por hora. ¿Cómo puede
explicarse que me hayan detenido cuando conducía a una velocidad considerada
como baja o, a lo mucho, moderada? La respuesta es que la velocidad es relativa,
tanto como el tiempo, la distancia y algunos otros factores con los que nos
encontramos en la vida cotidiana. Intentaré explicarlo.
El concepto de velocidad se
relaciona con la distancia que recorre un objeto y el tiempo que se invierte en
ello, digamos que, si un automóvil avanza un kilómetro en diez minutos y otro
lo hace en solo cinco, el segundo es más veloz. Eso es sencillo de comprender
hasta para mí. Lo relativo depende de cierta comparación contra un parámetro
establecido por alguna norma o autoridad, esto último permite calificar los 50
kilómetros por hora como velocidad alta o velocidad baja,
De tal forma que si yo manejo mi
auto a 50 kilómetros por hora en una autopista donde el límite permitido es de
110 kph se puede considerar que voy lento. Pero si conduzco a los mismos 50 kph
por una zona escolar donde no se permite transitar a más de 30 kph entonces voy
muy rápido.
Eso fue lo que me pasó en las tres
ocasiones.
He manejado automóviles desde hace
aproximadamente 30 años por diversas ciudades y carreteras de varios estados
del país, nunca fui sancionado por exceso de velocidad, antes bien, otros
conductores en repetidas ocasiones han hecho sonar sus bocinas para indicarme
que voy muy lento y que los deje pasar, eso ocurre porque la alta velocidad me
produce vértigo y porque no quisiera provocarme un accidente o dañar el
patrimonio de otras personas. Por eso opto por ir a velocidades moderadas y por
eso me sorprenden tanto que las multas digan: “Conducir a exceso de velocidad”.
Sí, es verdad, el problema de las multas
no está en relación a la velocidad, sino a la falta de atención a los parámetros
establecidos por la norma de tránsito. Lo cual me indica que debo poner
particular atención a semáforos intermitentes, carteles de aviso y demás
señalizaciones que regulen la vialidad.
Que mal plan, pero ni modos. Por cierto,
en dos de las tres ocasiones en que he sido detenido se me ha perdonado la
multa porque, por mi acento, los agentes adivinan que no soy nativo del estado
y por tanto desconozco las normas, solo me amonestan de palabra y me piden leer
y estudiar el reglamento de tránsito y vialidad de la ciudad. Eso haré y lo
acataré, lo prometo.