Desperté un poco antes del alba, casi sin querer mis pensamiento se extraviaron en los radiantes matices el cielo; ahí estaba yo, en medio de tantas ideas, de tantas inquietudes y al mismo tiempo, de tanta calma y belleza. Ese fue el instante preciso en que un golpe de luz instantánea me cegó y por primera vez en todo este tiempo, surgió la idea del suicidio.
Lo cierto es que nunca había pensado en el suicidio como una posibilidad, a decir verdad, el tema siempre me había parecido ajeno y distante, por no decir inexistente. Hasta hoy por la mañana. Debo reconocer que en primera instancia me sentí asustado y un tanto aturdido, no sabía cómo manejar el asunto y sólo atiné a refugiarme en la computadora.

Eran pasadas las siete de la mañana y consideré que no era una buena hora para dedicarme a esa actividad; tal vez más tarde, en un espacio libre de tiempo laboral o ya de plano por la tarde. La decisión estaba tomada, sin embargo…
Sin embargo a lo largo de la mañana lo fui pensando mejor, el tema es difícil ¿Cuál sería la mejor forma de abordarlo? Una manera era desarrollarlo en forma impersonal y llenarlo de datos descriptivos y de ejemplos ajenos a mí. Otra forma era darle un matiz personal, pero lo complicado es que no tengo experiencias particulares en eso del suicidio.

Pero ya había recopilado mucha información y algunas ideas, entonces decidí que en vez de escribir un artículo acerca del suicidio para mi columna “Apuntes en fuga”, haría una entrada de blog para esta amadísima “Miscelánea”.
Fue camino a casa cuando se me ocurrió la peregrina idea de hacer la entrada de tal forma que pareciera otra cosa, se me hizo divertido jugar con ello (aunque en tema es demasiado serio y respetable) y aquí me tienen, batallando un poco con las palabras y los párrafos y buscando la mejor forma de concluir este texto.

Sin embargo algo aprendí hoy, los suicidas no se quieren suicidar, es sólo que sus posibilidades de sobrevivencia y ayuda se agotaron y no les quedó más remedio. ¿Qué feo, verdad?