
En primera instancia
analicemos la utilidad de un arpón. Por supuesto, si eres un pescador o un buzo
responderías que los arpones tienen múltiples beneficios ya que te permiten
pescar y defenderte del ataque de algún fiero animal marino. Evidentemente que ignorarías
a los ídolos orientales, a menos claro que seas un pescador oriental con un alto
sentido místico.
Por otra parte, si eres un religioso
oriental defenderías la utilidad y el valor de los ídolos orientales, en los
cuales seguramente depositarias tu fe y tus creencias y los harías objeto de culto
y reverencia. Los arpones seguramente no significarían nada para ti, a menos
que además de religioso oriental seas también aficionado a la pesca o al buceo.
Pero suponiendo que no eres
ni un pescador ni un monje oriental, que te encuentras parado en la calle
esperando que te asignen mesa en un pequeño restaurant, que en el interior de
aquel lugar hay un ídolo oriental y en cuya televisión se muestra la imagen de
un hombre atravesado por un arpón ¿Podrías entonces encontrar similitudes entre
ambos objetos?
Suponiendo también que eres
una persona que no le da ningún valor a ningún tipo de ídolos, que tienes
delante de ti a otra persona que se esfuerza por fastidiarte con dichas
estatuas, que no tienes mayor cosa qué hacer ni qué pensar, que tienes hambre y
que ya te cansaste de esperar mesa ¿Podrías entonces encontrar semejanzas entre
un arpón y un ídolo oriental?

La respuesta indudablemente
es si. Sin importar que dichas analogías sean tan absurdas y locas como lo pueden
ser un inusual arpón traspasando a un desdichado y una estatua que parece todo
menos un ídolo oriental.
Entonces podríamos afirmar
que ambos objetos son muy útiles porque un ídolo oriental, bien utilizado,
puede servirte para pescar y un arpón puede ser el centro de algún culto
carismático en Vietnam, Filipinas o alguna otra región del lejano oriente; lo
que nos lleva a la conclusión que tanto el ídolo oriental como el arpón son
semejantes y por tanto pueden tener el mismo valor intrínseco para diversas
personas.
Pero si nos alejamos de esta
contundente, indiscutible e inobjetable conclusión, podríamos desplazar nuestro
análisis en el sentido contrario: dado que no soy pescador ni monje oriental
afirmo que ambos objetos no poseen ningún aprecio para mí. Este juicio lleva
implícito una fuerte carga de analogía entre el arpón y el ídolo oriental dado
que los está situado en igualdad de circunstancias.
A partir de ahí se pueden
desgranar infinidad de puntos de coincidencia, tantos como tu imaginación y tu
sentido de la lógica y de lo absurdo te lo permitan. Lo que nos lleva a afirmar
que el arpón y el ídolo oriental son iguales porque ninguno de los dos está
vivo, porque son decorativos, porque seguramente están hechos en China (o en Taiwán),
porque pueden ser comprados en alguna tienda.
Porque ambos objetos pueden
servir para agredir a un bandolero, para transportarlos en la cajuela del
coche, porque es posible evitar que los niños jueguen con ellos, porque ninguno
de los dos sirve como teléfono ni evitan que te mojes si está lloviendo y
finalmente porque ambos objetos pueden tener una fuerte carga subliminal y una
reconocida connotación sexual.
Esto último tal vez no quede
del todo claro, pero si continuamos en el universo absurdo del pensamiento ilógico,
seguramente no te costará ningún trabajo entender. Basta, hasta aquí de arpones
y de ídolos orientales.