De plano que sí. A llegado un momento en mi vida en que las relaciones sexuales no tiene ningún interés para mí ni aportan valor alguno a mi persistente existencia. Creo que es tiempo de subir a un nivel superior en la escala de vida.
Y es que en materia de relaciones sexuales todo conduce a lo mismo, son los mismos comportamientos, las mismas intensiones, los mismos procedimientos, las mismas palabras, las mismas variantes de las mismas cosas y por lo general, son los mismos resultados ¿Y después qué? Después es lo mismo.
Yo creo que eso no tiene sentido; porque si no hay nada que conduzca más allá de lo puramente corporal, si no existe ningún vínculo que trascienda hacia las emociones y hacía la modificación espiritual de la vida misma, entonces considero que no tiene ningún caso involucrarse en ese tipo de evoluciones.

Por ello, anuncio a la población femenina que si no existe alguna que pueda ofrecerme algo más que un breve territorio anatómico y la placidez de los instintos, entonces renunciaré de manera definitiva, categórica y contundente a mi participación en cualquier tipo actividades que involucre el concurso directo o indirecto, total o parcial, general o particular de determinada región de mi deseada geografía corporal.
¿A qué me dedicaré entonces? A la meditación profunda, a la reflexión absoluta, a la búsqueda constante de la armonía cósmica, al equilibrio energético entre mi esencia sobrenatural y mi ser corporal; a la proyección de los pensamientos superiores que me conduzcan al nirvana y a la contemplación de los signos que reflejan realidades mayores. Sí, eso haré, me convertiré en un gurú del misticismo y de la vida cotidiana.
Considero que las actividades antes descritas, si bien son trascendentales en sí mismas, no conducen a nada que sea excesivamente divertido; por lo cual solicito encarecidamente a alguna fémina de corazón noble y generoso, me rescate de esta cruel realidad que me atrapa y agobia; de lo contrario, mi destino estará sellado para siempre...