miércoles, 30 de junio de 2010

111. La historia de Pepe Pelícano

Cuando la tarde caía y una vez recorrida toda la bahía, Pepe Pelícano pensó que era hora de dirigirse a su refugio. El manglar ubicado a un costado del aeropuerto era un poco ruidoso pero muy cómodo. Desde las primeras horas, Pepe se dio cuenta de que ese sería un mal día, el mar tenía un color grisáceo, pronóstico de que se avecinaban lluvias y por una razón extraña, cuando eso pasa, los peces nadan hacía aguas más profundas.

Desde el principio nada fue normal. Simplemente el avión no despegaba, permanecía estático en la pista justo frente a la sala de última espera. Afuera de la nave la lluvia caía continua aunque no muy fuerte. Sin darme cuenta, por mi mente pasaron algunas imágenes extrañas y desastrosas obtenidas de la televisión. Muy pronto las alejé de mí y el sueño empezó a ganar terreno.

Al finalizar el día, pese a su persistencia y tenacidad, Pepe Pelícano apenas había logrado capturar y comer media docena de diminutos y distraídos peces. Obviamente, no eran suficientes para dejar satisfecho su cuerpo de 110 centímetros de largo y casi 4 kilos de peso, sin embargo decidió que era suficiente y que lo mejor era irse a casa. Batió sus alas y se alejó del pequeño muelle de pescadores; para llegar a su refugio debía atravesar una buena parte de la ciudad, cosa que no le gustaba mucho. Durante su vuelo, pensaba en lo difícil que se estaba tornando su situación y lo conveniente que sería explorar nuevos horizontes.

Sin darme cuenta me quedé dormido en el lugar 15 A del avión. Por lo general, me cuesta trabajo dormir en los pequeños aviones que arriban y despegan del aeropuerto de la ciudad en donde vivo. Siento muy incómodos los asientos y muy estrecho el espacio dedicado a mis piernas. Por otra parte, una sensación de claustrofobia se dejó sentir de pronto y tuve que buscar algo en que distraerme. A pesar de todo me dormí. Al despertar me sorprendió que aún no hubiéramos despegado. Seguí pensando que se debía a la lluvia.

Pepe Pelícano iba sumido en profundos pensamientos, el norte del estado era rico en pesca y en refugios, pero había algunas razones emocionales que le impedían dirigirse a esas regiones; hacia el sur la pesca se hacía cada vez más complicada ante la creciente presencia de seres humanos que, si bien no le eran del todo desagradables, si reducían las áreas ideales para pescar.

Finalmente y a pesar de que la lluvia no cesaba, el avión empezó a avanzar por la pista, poco a poco fue tomando velocidad hasta que despegó. No soy un viajero frecuente, pero pude darme cuenta de que algo no estaba bien. El avión no ganaba altura ni velocidad. Sin darme cuenta las imágenes catastróficas volvieron a mi mente, aunque despejé esos pensamientos cuando vi que el avión enfilaba hacia el mar; sin embargo comencé a preocuparme cuando la nave, aún volando muy por debajo de la altura que considero normal, en vez de internarse en el mar, comenzó a “costear” dando algunos giros suaves, prolongados y extraños.

Volar para Pepe siempre fue muy fácil, de hecho fue el primero de su camada en hacerlo, y lo disfrutaba mucho, a menudo se perdía en profundas reflexiones y sesudos análisis mientras se remontaba en busca de las corrientes de aire que le permitieran planear tranquilamente sobre las cálidas aguas del Golfo de México.

Pero a sus 10 años de edad, Pepe Pelícano sentía que estaba en una edad en la que ya debía tomar una decisión definitiva para su vida y establecerse en forma permanente en algún lugar. Sabía que muy pronto comenzarían a surgir los achaques, sobretodo en el ala derecha en la que traía una lesión de los tiempos juveniles, por otra parte, desde hacía algunas semanas, había notado que la visión se le empezaba a reducir, mucho más en las tardes de lluvia.

Ya estando cerca de casa una ráfaga de viento y agua le dieron de lleno en la cara, por un momento cerró fuertemente los ojos y perdió el rumbo, un minuto más tarde recobró el control y, por el rabillo del ojo izquierdo alcanzó a distinguir una forma brillante y enorme, Pepe quiso corregir su vuelo pero ya era demasiado tarde, volvió la cara y su alma se perdió en el horizonte distante y claro.

Fue un golpe seco con el panorámico del avión lo que le arrancó la vida a Pepe Pelícano; decir que su cuerpo se desintegró sería poco y no sería un justo final para su apacible existencia, digamos entonces que su cuerpo se integró a la naturaleza de un sólo y muy fuerte jalón. Por su parte, el panorámico del avión también se hizo añicos e innumerables luces de alarma se prendieron al interior de la cabina de mando, los pilotos sabían que no podían volar la nave en esas condiciones y decidieron limitar el vuelo hasta llegar al aeropuerto más cercano.

Con el afán de no preocuparnos, la tripulación del avión decidió no decir nada de lo que estaba pasando, sin embargo en la cabina de pasajeros se escuchaban voces que señalaban lo irregular de la situación, se intuía que algo sucedía pero nadie sabía a ciencia cierta lo que pasaba.

Mi forma anormal de pensar me hizo planear mis acciones en caso de que el avión cayera al mar. Dado que no íbamos muy alto ni muy rápido, suponía que sería relativamente fácil para el piloto lograr un amarizaje que nos permitiría sobrevivir a todos los pasajeros, o por lo menos a la mayoría; sabía que mi asiento me serviría de flotador, la salida de emergencia quedaba tres filas delante de mí, sería sencillo llegar a ella. No sé cuantos pasajeros pensaban lo mismo que yo, tal vez ninguno si todos eran personas normales, ayudaba mucho el hecho de que nadie se alarmara.

Finalmente el piloto dio la noticia: “Les pedimos disculpas ante la imposibilidad de trasladarlos a su destino debido a que un ave se estrelló contra el panorámico del avión, ante tal eventualidad nos vemos forzados a aterrizar en el aeropuerto de Ciudad del Carmen, el personal de tierra les dará las indicaciones necesarias para que puedan continuar su viaje”.

El aterrizaje del avión fue suave y rápido. Antes de descender del avión miré hacia la cabina, había sido un gran golpe dado por un gran pájaro, pensé. Intenté sacar una fotografía pero amablemente me lo impidió la azafata. Mientras caminaba hacia la sala de espera, en mi cabeza revoloteaban ideas, sin darme cuenta miré hacia el cielo y entre las nubes grises me pareció ver un pelícano que, apaciblemente, planeaba hacia el horizonte.

4 comentarios:

  1. waaa!!! snif snif snif!!! U.u me acabo de deprimir leyendo la triste y trágica historia de pepe snif snif!! =( era tan lindo, en su plenitud y nisikiera logró conocer el amor o tener familiaaa waaa!!!! pobresitooo... maldeeto avion k c atravezó en su camino snif snif!!! u.u

    atte: mily

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  2. ayy Pepe Pelicano..te extrañara el mar apacible de Campeche..
    P.S.

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  3. Buena forma de contar la historia :)

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  4. Gerardo, siento mucho que Pepe, sólo haya vivido 10 añitos...que no tenga un futuro...pero lo que mas siento es que no te haya conocido. Fabiola

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